Mi cuerpo no estaba en consonancia con mi mente, el
pecado se había anclado en el y no era
capaz de expulsarlo. Todas las
sensaciones y sentimientos que había descubierto en este tiempo me convirtieron
en una mujer diferente. Nunca pude imaginar verme inmersa en este tipo de
juego.
Por mucho que mi vida había cambiado, no abandone mis
deberes como madre y esposa, no podía consentir que pasiones interfirieran en
ellos. Era demasiado mi amor.
Estaba en el
apartamento esperando a que viniera, era extraño que se retrasara, me estaba
poniendo ya nerviosa cuando llamo a la puerta. Al abrir su cara me reflejo que
algo pasaba.
-¿Qué pasa?
Me dio un beso de refilón y paso derecho a sentarse en el
sillón, nunca le había visto en ese estado, pero sabía que era grave.
Después de encender un cigarro y suspirar profundamente, empezó
hablar muy despacio. Su jefe quería mandarle a una nueva filial que iban abrir en Nueva Zelanda.
Su mundo se le vino abajo, tenía que hacer lo
imposible para no irse. No podía llevarse a su familia y aquí tenia negocios que no podía
abandonar. Y lo que me dejo con un sabor
agridulce, fue cuando me dijo: “Y por ti”
Pasamos la tarde hablando de lo que podía hacer para no
irse, analizando las consecuencias que le podían traer en la empresa. Con mi ayuda, poco a poco se le fueron
aclarando las ideas y empezó a ver claro la estrategia que utilizaría para no
irse.
Al ver que estaba más animado y tratando que se le
borrara de la mente todo aquello, comencé a besarle y pasar mi mano por encima del
pantalón. Muy despacio sus besos se fueron haciendo más apasionados y su cuerpo
reaccionando a mis caricias.
-Te voy a dar un masaje.
Hice que se desnudara, mientras sacaba del bolso un bote
de aceite de coco, se tumbo en la cama bocabajo. Me coloque a su lado de
rodillas, eche aceite en mis manos que
comenzaron a masajear sus hombros, de forma suave pero firme no deje parte de su espalda sin
que pasaran mis manos. El cuerpo poco a
poco fue perdiendo la tensión acumulada.
Le mande que se diera la vuelta, me desnude mientras
clavaba sus ojos en mi cuerpo, su erección era evidente. Eche aceite
directamente en su pecho, lo extendí mientras le miraba a los ojos. Cuando su
cuerpo estuvo embadurnado por completo, pase mis pechos por el suyo, baje a su
tripa para subir muy despacio hasta su cuello, hizo intento de chupar mis
pechos, bajaba rozando mis pezones con su piel, su excitación cada vez era
mayor, era el momento.
Separe sus piernas y me metí entre ellas, apreté mis pechos contra su entrepierna, su dureza en ellos me obligo a
cerrar los ojos. El solo suspiraba y gemía, las veces que me intento tocar no
le deje. Aquel era mi juego.
Cogí el aceite y derrame un buen chorro en su miembro, pase mis manos muy despacio por él,
primero una detrás de otra, luego las
dos a la vez, una sola mientras la otra jugaba con su escroto, acelere el
ritmo, buscando el premio deseado. Nunca había visto esa reacción de un cuerpo
mientras derramo su néctar.©Fer
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