jueves, 27 de diciembre de 2012

EL AMANTE. XXII PARTE.


Mi mentalidad había cambiado, me había liberado de muchos mis arquetipos, ya no era aquella mujer que con una mentalidad cerrada que se atrevía a juzgar a los demás por sus comportamientos, había descubierto que la hiposecría nos rodea. Si la gente se enterara de mi historia me despellejaría, aunque en sus adentros sería algo que les encantaría hacer. Estos que más tienen que callar serian los primero en criticar, me llamarían puta.
Seguimos con los encasillamientos de una sociedad basada en el que dirán, en esconder nuestros deseos y pasiones, en seguir confundiendo amor y sexo, si he dicho amor y sexo. Las mujeres por regla general no sabemos tener sexo sin amor, nuestro lado pasional esta más desarrollado que el sexual, ¿pero esto es así o es a los que nos han educado?


Un hombre promiscuo es un machote y una mujer promiscua es una puta y nos quedamos tan anchos, pero las primeras que nos clasificamos así somos nosotras misma. Ya sé que mi condición de casada no es la mejor para hablar y que se tirarían degüello a por mí, pero esta relación de sexo que mantengo ha sido capaz de reavivar un matrimonio y a una mujer. Un matrimonio que con los pasos de los años estaba dentro de la monotonía y una mujer que ha descubierto que aunque hayan pasado los años, es totalmente activa.
Aquella tarde cuando entre en el apartamento tenía una extraña sensación. Estaba Gonzalo sentado en el sillón y delante del había alguien arrodillado, al acércame descubrí que era una mujer. Llevaba un corpiño de látex negro que solo cubría su cintura, unas medias de látex y una máscara completa que solo dejaba al descubierto su boca y sus ojos. Gonzalo me dijo que actuara como si ella no estuviera, estaba a nuestro servicio y solo haría lo que le mandara él.
Me senté al lado de Gonzalo, le mando que se levantara para poder mirarla. Tenía un cuerpo precioso, unos pechos no muy grandes pero con unos pezones duros y las aureolas remarcadas, sus piernas largas como columnas y un sexo perfectamente depilado.


Mientras me besaba me empezó acariciar mis piernas, sus besos eran profundos y calientes, su mano firme y delicada. El verme observada tan de cerca por aquella mujer me estaba excitando, jamás había pensando en tener nada con una mujer, lo mío eran los hombre.
Beso mi cuello y fue desabrochando mi blusa, saco mis pechos y los lamio, su mano ya se estaba ocupando me mi sexo y yo ya había perdido la poca vergüenza que tenia al principio. Bajo sus caricias y besos me dejo desnuda en un momento, se arrodillo delante mí, separo mis piernas y su lengua me busco, sabía perfectamente lo que me volvía loca.
Le hico una seña mientras él seguía dándome placer, ella vino hacia mí y comenzó chupar mis pechos, aquello me provoco un calambre que recorrió todo mi cuerpo, aquella lengua era deliciosa. Sus manos comenzaron acariciarme, la delicadeza de sus dedos en mi piel no la había sentido nunca, con las caricias de los dos me llevaron rápidamente al orgasmo.
Nos fuimos a la cama y los dos se volvieron a ocupar de mí, yo ya estaba rendida para cualquier cosa que viniera, más bien lo estaba deseando. Me atrevía acariciar el cuerpo de aquella mujer, la suavidad de su piel y sus reacciones por mis caricias me encantaron. Ella bajo besando todo mi cuerpo hasta llegar a mi sexo, que suavidad y delicadeza, sabía perfectamente los tiempos y lo que una mujer le gusta. El mientras me acariciaba los pecho y yo me ocupaba de darle placer con mi boca. Llegue al éxtasis en la boca de aquella mujer, que no dejo de jugar con su boca.


Me propuse devolverle aquella mujer todo el placer recibido, sin haberme recuperado del todo la bese, no podía ser, que sensaciones me provoco aquello, la tumbe en la cama y busque su sexo, nunca había hecho aquello, pero pondría todo mi empeño en ello. Me dedique aplicar todas las caricias que yo había sentido, el notar aquella calidez y en mi lengua me gusto, sentir que aquello tenía vida propia, como se fue abriendo con mis caricias, como se humedeció, como su clítoris aumento, me sentía la dueña de su placer. Sentí las manos de Gonzalo en mis caderas y como poco a poco me fue penetrando, aquello me llevo a poner más empeño en lo que estaba haciendo, el ver aquel juego de mujeres le tenía excitado y arremetía contra mí con fuerza llegando pronto al orgasmo.


Una vez que se retiro, nosotras nos colocamos dejando nuestros cuerpo en forma inversa y así poder darnos placer con nuestras bocas, el cogió una posición privilegiada para observarnos. No lo podía entender, pero todo lo que estaba haciendo con esa mujer, me estaba descubriendo otro pliegue más de mi lujuria. Como me encanto sentir su orgasmo en mi boca y notar como vibraba, sin poder aguantar aquellas sensaciones nuevas y mientras ella estaba llegando al final de su orgasmo, llego el mío.
Después de tanto placer nos abrazamos las dos, nos besábamos dulcemente mientras nos acariciábamos suavemente. Gonzalo seguía mirándonos y de repente dijo:
-Aquí no acaba la sorpresa. ©Fer

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