viernes, 14 de diciembre de 2012

EL AMANTE. XVIII PARTE.


¿Cuántas mujeres casadas desearían tener una aventura como la mía?
Es una pregunta que comencé hacerme. Yo, antes pensaba que toda mujer que le fuera bien en su matrimonio, no podría tener un amante, pero después de lo que estaba viviendo, comencé a dudarlo.
Según iba por la calle y  me cruzaba con alguna mujer,  me preguntaba:
- ¿Tendrá amante?


Yo nunca había sido una mujer dejada, siempre me había cuidado y arreglado, pero ahora tenía un aire nuevo. No había cambiado exteriormente, pero internamente sufría una revolución. Nunca había sido insegura, pero  ahora tenía una seguridad que no llegaba a comprender.  Y eso flor que tenemos todas las mujeres en nuestros interior y que se va secando con el paso de años de matrimonio, ahora estaba reverdeciendo. Me sentía bien.
-¿Cual seria la nueva experiencia que me tendría preparada, repetiríamos alguna de las anteriores?
Si tuviera que elegir la que mas me gusto, diría que el trio con aquel muchacho, siempre que me acordaba de el me  excitaba y mas de una vez estando sola  tenia que tocarme. Comencé muy jovencita a masturbarme, creo que tendría 16 años, un día escuche a unas compañeras de clase hablar de ello, esa misma noche en mi cuarto decidí investigar. Desde entonces siempre la había practicado, estaba creída que cuando me casara lo dejaría, podría tener sexo cuando quisiera, pero no fue así, no lo hacia tan frecuentemente como de soltera, pero aquel placer en soledad me enloquecía.


Siempre recordare una noche en unos ejercicios espirituales, mis padres solían mandarme algún verano, en un pueblo cerca de Segovia. Eran solo femeninos, entonces nos quejábamos, pero ahora visto con el paso de los años, comprendía que era lo mejor, si hubieran sido mixto aquello se habría convertido en una bacanal. Chicas y chicos de 18 años con todas las hormonas a pleno rendimiento y descubrimiento  la sexualidad, seria imparable.
Las habitaciones eran  de lo más austeras, dos camas, dos mesas de estudio y un armario empotrado, con un reducido baño. A mí este año me había tocado como compañera Virginia, chica simpática hija de un notario de Madrid.   Solo tenía unos meses más que yo, pero parecía que fueran años. Tenía por costumbre el andar desnuda por la habitación, no utilizaba pijama ni nada parecido. Yo aunque no era pudorosa y no me importaba que me viera desnuda en la ducha o cuando nos cambiábamos de ropa, no llegaba a su libertad.
El día había sido duro para todas, aquellas charlas de moralidad habían sido muy pesadas. Yo decidí irme a la cama nada mas cenar, me dolía la cabeza, Virginia si iría a salón, donde nos solíamos reunir todas después de cenar a contarnos nuestras cosas, que solían ser cosas de chicos.


Me quede dormida rápidamente,  pero con un duermevela, el dolor de cabeza no me dejaba hacerlo profundamente. Oír abrir la puerta muy despacio, no quería que me despertara, vi la silueta recortada por la luz del pasillo  de Virginia, mis ojos estaban acostumbrados a la oscuridad y con la claridad que entraba por la ventana, casi veía bien. Se fue quitando la ropa muy despacio y yo sin saber porque, no podía dejar de mirarla, sus pechos firmes, su cintura estrecha, las caderas justas, unas piernas largas y bien formadas y el pelo de su pubis recortado. ¿Porque la estaba mirando con tanto detalle? Estaba acostumbrada a verla desnuda. Haciéndome la dormida me di la vuelta hacia el otro lado.
Sentí como se metía en su cama y cerré los ojos para dormir.  Al poco rato empecé a escuchar unos ruidos raros y me di la vuelta otra vez. Deje de escucharlos por unos momentos, pero ahora vería lo que estaba haciendo. Note un movimiento raro bajo su sabana, primero a la altura del pecho y luego también en su cadera, rápido comprendí lo que pasaba, se estaba masturbando.


Me quede mirando como tonta, pensé un par de veces en darme la vuelta, pero no podía, había algo que me lo impedía. Formo como una tienda de campaña cuando recogió sus piernas, la sábana se bajo y dejo al descubierto sus pechos, los acariciaba  con una mano y pellizcaba sus pezones, la otra mano imagino que estaba en su pubis. Según estaba de costado deslice mi mano entrando por debajo del pijama, mis dedos se entrelazaron con mi vello, sentí la humedad de mi sexo, nunca lo había tenido así. No podía dejar de mirarla, cada movimiento de su cuerpo me excitaba más, su respiración me delataba por que fase iba, mis dedos cada vez me buscaban mas, solo los quería tener moviéndose dentro, se me escapo un pequeño suspiro que corte a medias. Acelero el ritmo, dio una patada a la sábana dejando su cuerpo al descubierto, verla desnuda por completo encima de la cama y tocándose me provoco mas, yo necesitaba terminar ya, mi cuerpo no resistía mas placer. Cerro las piernas y comenzó a retorcerse,  a mi el ver aquello me llevo al orgasmo.
Sonó el despertador y nos levantamos a toda prisa como siempre, teníamos el tiempo justo para arreglarnos y bajar a desayunar.  Nos dimos los buenos días y me pregunto por mi dolor de cabeza. Cuando íbamos a salir por la puerta, se dio la vuelta y me dijo:
-Hemos pasado buena noche.
Se acercó y me dio un beso en la mejilla, salió a toda velocidad de la habitación, yo me quede allí helada. ©Fer

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