Cuando llegue a casa me volví a duchar, me sentía sucia después
de la tarde de sexo que había tenido.
Como podía tener esos sentimientos tan contradictorios, culpabilidad y lujuria. Cuando estaba en mi casa y veía a mi marido y mis hijos, la culpa me invadía,
sentía la necesidad de contárselo y que supieran en realidad quien era. Pero
cuando me quedaba sola, mi cuerpo se apoderaba de mí y solo podía pensar en él.
Estuvimos unos días sin vernos, mi marido tenia unos días
de vacaciones y no se separaba de mi lado. Le provoque varias veces, la
calentura que tenia a todas horas no era normal. Aunque nuestra vida sexual no
era mala, ya no estaba acostumbrado aquellas cosas, creo que como en la mayoría
de las parejas, cuando van pasando los años, no tienes tanta actividad sexual.
-¿Niña, que te pasa?
Me pregunto un día
después de comer y mientras le estaba tocando por encima del pantalón. No se me
ocurrió nada mas que achacarlo al cambio hormonal que tenemos las mujeres.
Estaba deseando que comenzara a trabajar otra vez.
Quede con Gonzalo antes de comer, en los mismos
apartamentos que la primera vez, me llamaría
para decirme el numero de la habitación y que el llevaría algo de picar. Solo me pidió que
fuera con un abrigo y debajo solo lencería sexy. Salí de la duchar para vestirme para la
ocasión, todo mi cuerpo tenia le tensión típica de la excitación. Decidí
ponerme un corpiño con liguero blanco, un tanga diminuto, medias a juego y unos
zapatos con mucho tacón. Cuando me mire
en el espejo no pude reprimir la tentación de acariciar mi cuerpo. Remate el
modelito con un abrigo de zorro blando.
Mientras me dirigía al encuentro, me provocaba excitación
el cruzarme con la gente, la verdad es que llamaba la atención y si supieran
como iba del bajo del abrigo. Justo cuando estaba llegando sonó el móvil, no me
dio tiempo a contestar solo dijo:
-Veinticinco.
La puerta estaba entreabierta, empuje y pase. Estaba todo
a oscuras, solo un pequeño hilo de luz salía por los laterales de la cortina,
pero no era lo suficiente para iluminar nada. Entonces escuche su voz:
-No hables, no digas nada, solo haz todo lo que yo te
mande.
Según termino la ultima palabra, se encendió una pequeña lámpara
que me dejo ver algo. Estaba sentado en un sofá, la lámpara a un lado suyo, le
daba cierto aspecto macabro.
-Quítate el abrigo.
Lo desabroche y con un leve movimiento resbalo por mis
hombros.
-Date la vuelta.
Hice un giro muy despacio, dejando que contemplara todo
mi cuerpo. Me hizo u gesto con su mano para que me acercara. Su cara quedaba a la altura de mi ombligo, me
miro de arriba-abajo, estudiando cada parte de mi cuerpo. Sus dedos acariciaron
levemente mi tanga y solo puede reaccionar con un profundo gemido de placer. Miro mis ojos de forma dura y los bajo a su
entrepierna. Comprendí de inmediato lo que quería decir.
Me arrodille entre sus piernas y ahora fui yo la que le
miro de forma desafiante, como mira un campeón de boxeo a una aspirante. Pase
mi mano por su pantalón, era evidente de que él también estaba excitado.
Desabroche su cinturón, baje su cremallera muy despacio y metí mi mano, fue
delicioso el sentir todo su calor.
Mi boca se dedico por completo a darle placer y en todo
ese tiempo no deje de mirar a los ojos, eso excita mucho a los hombres. Mis
manos no dejaron de buscar sus zonas sensibles. Creí en un par de ocasiones que
aquello se terminaba, pero comprobé con agrado de que no era así.
Se levanto y me coloco de rodillas en el sillón, empujo mi
cuerpo hacia delante quedándome a su disposición. Entro en mí muy despacio, con
mucha delicadeza, mi gran excitación ayudo a ello: Se quedo quieto unos
segundos sintiéndonos el uno al otro. Comenzó a moverse lentamente y aquello
fue él no va mas. El ritmo se fue acelerando hasta ser casi frenético, los
suspiros, jadeos y gemidos de los dos era la mejor melodía.
Nuestros cuerpos se tensaron casi a la vez y nos unimos
en una explosión de sensaciones.©Fer
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