martes, 4 de diciembre de 2012

EL AMANTE. X PARTE.


Cuando llegue a casa me volví a duchar, me sentía sucia después de la tarde de sexo que había  tenido. Como podía tener esos sentimientos tan contradictorios, culpabilidad y lujuria.  Cuando estaba en mi casa y  veía a mi marido y mis hijos, la culpa me invadía, sentía la necesidad de contárselo y que supieran en realidad quien era. Pero cuando me quedaba sola, mi cuerpo se apoderaba de mí y solo podía pensar en él.
Estuvimos unos días sin vernos, mi marido tenia unos días de vacaciones y no se separaba de mi lado. Le provoque varias veces, la calentura que tenia a todas horas no era normal. Aunque nuestra vida sexual no era mala, ya no estaba acostumbrado aquellas cosas, creo que como en la mayoría de las parejas, cuando van pasando los años, no tienes tanta actividad sexual.
-¿Niña, que te pasa?
Me pregunto  un día después de comer y mientras le estaba tocando por encima del pantalón. No se me ocurrió nada mas que achacarlo al cambio hormonal que tenemos las mujeres. Estaba deseando que comenzara a trabajar otra vez.
Quede con Gonzalo antes de comer, en los mismos apartamentos que la primera vez,  me llamaría para decirme el numero de la habitación y  que el llevaría algo de picar. Solo me pidió que fuera con un abrigo y debajo solo lencería sexy.  Salí de la duchar para vestirme para la ocasión, todo mi cuerpo tenia le tensión típica de la excitación. Decidí ponerme un corpiño con liguero blanco, un tanga diminuto, medias a juego y unos zapatos con mucho tacón.  Cuando me mire en el espejo no pude reprimir la tentación de acariciar mi cuerpo. Remate el modelito con un abrigo de zorro blando.


Mientras me dirigía al encuentro, me provocaba excitación el cruzarme con la gente, la verdad es que llamaba la atención y si supieran como iba del bajo del abrigo. Justo cuando estaba llegando sonó el móvil, no me dio tiempo a contestar solo dijo:
-Veinticinco.
La puerta estaba entreabierta, empuje y pase. Estaba todo a oscuras, solo un pequeño hilo de luz salía por los laterales de la cortina, pero no era lo suficiente para iluminar nada. Entonces escuche su voz:
-No hables, no digas nada, solo haz todo lo que yo te mande.
Según termino la ultima palabra, se encendió una pequeña lámpara que me dejo ver algo. Estaba sentado en un sofá, la lámpara a un lado suyo, le daba cierto aspecto macabro.
-Quítate el abrigo.
Lo desabroche y con un leve movimiento resbalo por mis hombros.
-Date la vuelta.


Hice un giro muy despacio, dejando que contemplara todo mi cuerpo. Me hizo u gesto con su mano para que me acercara.  Su cara quedaba a la altura de mi ombligo, me miro de arriba-abajo, estudiando cada parte de mi cuerpo. Sus dedos acariciaron levemente mi tanga y solo puede reaccionar con un profundo gemido de placer.  Miro mis ojos de forma dura y los bajo a su entrepierna. Comprendí de inmediato lo que quería decir.
Me arrodille entre sus piernas y ahora fui yo la que le miro de forma desafiante, como mira un campeón de boxeo a una aspirante. Pase mi mano por su pantalón, era evidente de que él también estaba excitado. Desabroche su cinturón, baje su cremallera muy despacio y metí mi mano, fue delicioso el sentir todo su calor.
Mi boca se dedico por completo a darle placer y en todo ese tiempo no deje de mirar a los ojos, eso excita mucho a los hombres. Mis manos no dejaron de buscar sus zonas sensibles. Creí en un par de ocasiones que aquello se terminaba, pero comprobé con agrado de que no era así.
Se levanto y me coloco de rodillas en el sillón, empujo mi cuerpo hacia delante quedándome a su disposición. Entro en mí muy despacio, con mucha delicadeza, mi gran excitación ayudo a ello: Se quedo quieto unos segundos sintiéndonos el uno al otro. Comenzó a moverse lentamente y aquello fue él no va mas. El ritmo se fue acelerando hasta ser casi frenético, los suspiros, jadeos y gemidos de los dos era la mejor melodía.
Nuestros cuerpos se tensaron casi a la vez y nos unimos en una explosión de sensaciones.©Fer

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