Picamos algo en un café al
lado del Trocadero, las vistas desde
allí son impresionantes, quedan a tus pies los jardines del Trocadero, el Sena, la Torre, los Campos de Marte. Son
graciosas las artimañas que se buscan los vendedores de souvenirs, te oyen
hablando en español y se acercan a toda prisa diciendo: Hola Mari Carmen. Son inverosímiles
las colas que se forman durante todo el
día para la Torre, lo normal son un par de horitas de espera.
Fuimos callejeando
paralelos al rio dirección a la Cité, fuera de cualquier circuito
turístico, es la única forma de
descubrir rincones fabulosos. Estos
barrios son de alto nivel y se respira una gran tranquilidad en sus calles, lo
cual te invita a disfrutar del paseo. Poco a poco va cambiando el ambiente, el tipo de casa, la gente, las tiendas….vas
entrando en el Barrio Latino.
Es el barrio de la juventud, la alegría, del bullicio, en él se encuentran
La Sorbona y varias Universidades, llamado así desde la Edad Media por la
utilización del latín. En sus calles podemos encontrar casi de todo, desde
comida rápida, a locales de copas con música en vivo, cines, librerías con historia Shakespeare and Company.
Cruzamos a la Cité por el Pequeño Puente, saliendo a
Nuestra Señora, siempre me ha dado la impresión que sus dos torres no estaban
terminadas. No pudimos pasar, se estaba
celebrando una misa en recuerdo a los caídos en una batalla de la II Guerra
Mundial, estaba lleno de militares y veteranos. Yo siempre miro para arriba,
por si veo balancearse de gárgola en gárgola
a Quasimodo. Nos acercamos a la Santa Capilla, en la misma Cité, es la
gran desconocida eclipsada por Nuestra Señora. Es un espectáculo de luz y
color.
Cruzamos por el Puente Nuevo, llamado así por ser el
primer puente de piedra, llegamos a San German de Auxerrois, en la plaza del
Louvre. Desde su entrada se tiene una vista curiosa, mirando a través de las
puertas del museo, se puede contemplar la punta de la pirámide. Ese sería
nuestro camino.
Nada más entrar en el hotel, reclamo nuestra atención una
de las recepcionistas, nos entregó un sobre, era de Encamación.
“Buenas tardes.
Espero que tú y tú
estéis disfrutando del viaje, es una ciudad maravillosa. No sé si la conocéis,
pero da lo mismo, es la ciudad de la luz, la ciudad del amor.
Esta noche tenéis cena, así que a ducharse, arreglarse y
disfrutar.
Besos”
Entramos derechos a la ducha, nos tumbamos un rato a
descansar, la caminata se notaba. La ducha nos relajó y la verdad que no apetecía
nada salir, pero había que ir a cenar. Otra ducha y a comenzamos a arreglarnos.
Nos esperaba un coche en la puerta del hotel para
llevarnos, pero antes haríamos una visita nocturna, nos mostrarían los monumentos más importantes por la noche.
Por mucho que rivalice en belleza, la que
sobresale por encima de todos en espectacularidad es la Torre. Su iluminación dorada la dotan
de un halo de señorío, los destellos
plateados llaman la atención y todo coronado por el gran foco de tu
punta.
Entramos en el barco acristalado, decorado con detalle,
estaba lleno. Nos sentaron por el centro del barco, nos trajeron un aperitivo y
nos comunicaron que en breve zarparíamos. Una cena en barco, por el Sena, de
noche y contemplando esta ciudad es algo inenarrable. La cena correcta y el espectáculo
del Grazy Horse maravilloso. Estos momentos son en los que te salen los sentimientos que tiene por la persona amada,
solo con mirarle a los ojos es bastante.
Nos recogió el coche, mi mujer se acurruco en mí y fuimos
callados. Nada más entrar en la habitación la atraje hacia a mí, nos fundimos
en un largo beso. La noche fue larga y dulce. ©Fer
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