martes, 23 de julio de 2013

EL SMS. PARTE XIX.



Picamos algo en un café  al lado del Trocadero,  las vistas desde allí son impresionantes, quedan a tus pies los jardines del Trocadero,  el Sena, la Torre, los Campos de Marte. Son graciosas las artimañas que se buscan los vendedores de souvenirs, te oyen hablando en español y se acercan a toda prisa diciendo: Hola Mari Carmen. Son inverosímiles las colas que se forman  durante todo el día para la Torre, lo normal son un par de horitas de espera.

 Fuimos callejeando paralelos al rio dirección a la Cité, fuera de cualquier circuito turístico,  es la única forma de descubrir rincones  fabulosos. Estos barrios son de alto nivel y se respira una gran tranquilidad en sus calles, lo cual te invita a disfrutar del paseo. Poco a poco va cambiando el ambiente,  el tipo de casa, la gente, las tiendas….vas entrando en el Barrio Latino.

Es el barrio de la juventud, la alegría, del bullicio, en él se encuentran La Sorbona y varias Universidades, llamado así desde la Edad Media por la utilización del latín. En sus calles podemos encontrar casi de todo, desde comida rápida, a locales de copas con música en vivo, cines,  librerías con historia Shakespeare and Company.


Cruzamos a la Cité por el Pequeño Puente, saliendo a Nuestra Señora, siempre me ha dado la impresión que sus dos torres no estaban terminadas.  No pudimos pasar, se estaba celebrando una misa en recuerdo a los caídos en una batalla de la II Guerra Mundial, estaba lleno de militares y veteranos. Yo siempre miro para arriba, por si veo balancearse de gárgola en gárgola  a Quasimodo. Nos acercamos a la Santa Capilla, en la misma Cité, es la gran desconocida eclipsada por Nuestra Señora. Es un espectáculo de luz y color.
Cruzamos por el Puente Nuevo, llamado así por ser el primer puente de piedra, llegamos a San German de Auxerrois, en la plaza del Louvre. Desde su entrada se tiene una vista curiosa, mirando a través de las puertas del museo, se puede contemplar la punta de la pirámide. Ese sería nuestro camino.
Nada más entrar en el hotel, reclamo nuestra atención una de las recepcionistas, nos entregó un sobre, era de Encamación.
“Buenas tardes.
Espero que tú  y tú estéis disfrutando del viaje, es una ciudad maravillosa. No sé si la conocéis, pero da lo mismo, es la ciudad de la luz, la ciudad del amor.
Esta noche tenéis cena, así que a ducharse, arreglarse y disfrutar.
Besos”
Entramos derechos a la ducha, nos tumbamos un rato a descansar, la caminata se notaba. La ducha nos relajó y la verdad que no apetecía nada salir, pero había que ir a cenar. Otra ducha y a comenzamos a  arreglarnos.
Nos esperaba un coche en la puerta del hotel para llevarnos, pero antes haríamos una visita nocturna, nos mostrarían  los monumentos más importantes por la noche. Por mucho que rivalice en belleza,  la que sobresale por encima de todos en espectacularidad  es la Torre. Su iluminación dorada la dotan de un halo de señorío, los destellos  plateados llaman la atención y todo coronado por el gran foco de tu punta.
Entramos en el barco acristalado, decorado con detalle, estaba lleno. Nos sentaron por el centro del barco, nos trajeron un aperitivo y nos comunicaron que en breve zarparíamos. Una cena en barco, por el Sena, de noche y contemplando esta ciudad es algo inenarrable. La cena correcta y el espectáculo del Grazy Horse maravilloso. Estos momentos son en los que te salen los  sentimientos que tiene por la persona amada, solo con mirarle a los ojos es bastante.

Nos recogió el coche, mi mujer se acurruco en mí y fuimos callados. Nada más entrar en la habitación la atraje hacia a mí, nos fundimos en un largo beso. La noche fue larga y dulce. ©Fer

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