jueves, 11 de julio de 2013

EL SMS. PARTE XIII.



Margarita me contesto al día siguiente, después de un saludo correcto, dejo su número de teléfono para ponernos en contacto y tomar un café. La conclusión que pude sacar, es que ella no era la persona, de todas formas quedaría  para tomar ese café.

¿Cómo daría con Noelia? Esa era ahora mi meta.

No quería utilizar otra vez mi contacto policial, eso solo lo haría como último recurso. Hoy tenía poco trabajo y dedique la mañana a su búsqueda, utilice todos mis conocimientos en el mundo virtual, pero no dieron resultado, era como si hubiera desaparecido. Ana no me había respondido todavía.

Cuantos recuerdos y sensaciones me estaba trayendo todo aquello. En qué lugar recóndito de nuestra mente acumulamos toda esa información, como lo podemos dejar olvidado y cuáles son los detonadores que nos hacen recordarlos. No sabía si odiar o darle las gracias a Encarna.

Llame a Margarita y hablamos cerca de una hora,  nos pusimos al día de nuestras vidas y comentamos las desgracia que había pasado. Quedamos a comer al día siguiente.
Por fin me había contestado Ana, lo hizo de forma fría, distante, como si la molestara que me hubiese puesto en contacto con ella, lo importante es saber si tenía o no la pista. La respondí de forma clara y directa, no quería perder el tiempo, vista su reacción.

Llegamos a la vez a la puerta del restaurante, estaba igual de guapa que siempre, solo con alguna arruguilla más, tiene mucha clase. Nos dio mucha alegría el reencontrarnos y nos saludamos afectuosamente. Fue una comida de lo más amena, seguía con el mismo trato elegante de siempre, me contó lo duro que fue la enfermedad  para todos y lo bien que lo había llevado Encarna, hasta en los últimos momentos. Por desgracia Margarita no era la persona.

Ana me contestó diciendo que ella no era esa persona y que no entraría en un juego así. Me quede extrañado, pero aliviado que no fuera ella, con la contestaciones no me apetecía nada verla.

Estaba claro, la persona era Noelia.

Salí a media mañana de la oficina, me acercaría a casa de los padres de Noelia, esperando que siguieran viviendo allí y me pudieran decir cómo ponerme en contacto con ella.   Llegue a la puerta del chalet,  de ladrillo blanco con la pizarra negra como tejado y la inmensidad del jardín perfectamente cuidado, me había encantado siempre. Llame al telefonillo y cuando me respondieron pregunte por la familia Sarmiento, al contestar afirmativamente,  explique que  era un antiguo amigo de la familia y quería hablar con la señora. Sonó la chicharra eléctrica de la cerradura de la puerta.

Me estaba esperando una mujer de aspecto indonesio con la puerta entreabierta, desplegó una sonrisa muy simpática dándome los buenos días. Después de contestarle le dije:

-Soy Fernando Antón.

Con paso grácil y después de indicarme que esperara un momento, se perdió por el pasillo de iba a la sala de estar. Conocía bien la casa, habíamos pasados muchos días disfrutando de sus comodidades y de la amabilidad de la familia. En la escalera seguía colgado el cuadro del bisabuelo con traje de Húsar de Pavía, estaba todo prácticamente igual. Regreso y me indico que le acompañara.

Su elegante figura me estaba esperando de pie a lado de la mesa, al vernos se nos esbozó una amplia sonrisa, Cogí sus manos extendidas  y nos dimos dos besos. Carmen seguía siendo una mujer atractiva con sus setenta y pico años, que magnetismo. Yo siempre me había llevado bien con ella, me había tratado como a un hijo más,  alguna vez pensé que me quería como novio de su hija.

Le solicito  a la chica que nos trajera un café, pidiéndole el mío a mi gusto, todavía lo recordaba. Nos sentamos, parecía que no habían pasado los años, la complicidad seguía igual.  Fluida, cordial, entretenida…….la charla nos fue llevando a conocer lo que había pasado en estos 20 años. Si esperar a que me preguntara lo que quería  se lo dije, necesitaba hablar con Noelia, explicándole lo que había ideado Encarna.

Sonrió y me empezó a contar la vida de Noelia. Se había casado con el hijo del socio de su padre, tenía 4 hijos y vivía 2 calles más para abajo, pero que no me molestara en acercarme ahora, estaban fuera de viaje y no vendría hasta dentro de 10 días. Abrió una cajita que había encima de la mesa y me dio una tarjeta de visita de su hija:

-Llámale, le hará mucha ilusión, la misma que me ha dado a mí.

Me acompaño a la puerta y antes de despedirse me invito a venir más a menudo, que no tardara otros 20 años, que siempre era bienvenido.


Me fui con una sensación de bienestar maravillosa y lo más importante, había dado con Noelia. ©Fer

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