viernes, 22 de febrero de 2013

ÁNGEL. IV


Me despertaron unas voces acompañadas de unos golpes en la puerta, parecía que se derrumbara la casa, me tire de la cama y todavía con el atontamiento de estar medio dormido fui abrir la puerta. Era Faustino, muy nervioso y casi sin poder hablar me informo que había un accidente en la curva del puente, en la entrada del pueblo.
A toda prisa me puse unos pantalones, calce las botas y cogí un chaquetón, me monte en el coche y salí pintando. En el maletero siempre llevo un equipo de primeros auxilios, en estos pueblos nunca sabes lo que puede pasar.


Nada más bajarme vi las luces de la patrulla de los Civiles, me acerque al coche, se había salido en aquella maldita curva, todos iban a parar al mismo sitio, un viejo nogal de más de 2 metros de diámetro que hacía las veces de paragolpes. Dentro había un hombre de unos 50 años, con un fuerte golpe en la cabeza e inconsciente.
Mientras que los Civiles se dedicaban a señalizar el accidente, es una carretera de poco tráfico a esas horas, pero basta que haya pasado esto para que venga alguno y se espante, yo me dedique a darle asistencia. Le coloque un collarín y le comprobé las constantes, eran buenas y parecía que no tenía nada más.
Recobro el conocimiento y  le hice unas cuantas preguntas de control para verificar su estado, la pareja ya había pedido una ambulancia por radio, mientras esperábamos su llegada nos contó como había sido el accidente, se le veía que coordinaba perfectamente, pero aquel golpe en la cabeza me tenía preocupado.



Cuando llego la ambulancia y después de poner al corriente al médico decidimos sacarle del asiento. No nos costó mucho casi se bajó el solo, le ayudamos a subirse a la camilla. Ahora al hospital, scanner y a esperar que no fuera nada. Apartamos un poco el coche entre los que estábamos y colocamos unos triángulos, por la mañana vendría la grúa a retirar el coche.
El cabo de los civiles era conocido y me ofreció un cigarro, ya habíamos coincidido en varias historias. Al número no le conocía, pero ahora que se acercó y con la luz de los faros pude apreciar que era una chica y por cierto muy guapa, nos presentó el cabo y se unió a la charla. Se llamaba Carolina.


Me quede un poco fuera de juego con aquella mujer, creo que era su sonrisa,  cada vez que lo hacía parecía que se iluminaba la noche. Cuando terminamos el cigarro se fueron para su coche, la seguí con la mirada, no podía ser, la sentaban de maravilla los pantalones de uniforme y eso que no favorecen a ninguna mujer. ©Fer

3 comentarios:

Musa dijo...

Me sorprendes!
Eso si...muy gratamente.

Besos

Fernando dijo...

Muchas gracias amiga.
Besitos.

Fernando dijo...

Muchas gracias amiga.
Besitos.