domingo, 3 de febrero de 2013

Ángel. I




La noche era oscura, no veía más allá de lo que iluminaban las luces del coche,   menos mal que conocía a la perfección aquella carretera local. Las curvas se unían unas con otras, no había tiempo para la relajación. Tenía que llegar cuanto antes.
Entré en el camino y al final se veían las luces de la casa, era pequeña de familia humilde. La silueta de Lucia resaltaba en la puerta,  vino hacia el coche a toda prisa entre sollozos y con la voz entrecortada, intento explicarme lo que sucedía. Cogí el maletín y entre rápidamente.
Paco estaba encima de la cama con todas las sábanas llenas de sangre,  estaba inconsciente, no se movía, lo primero que hice fue tomar el pulso, era débil pero constante. Una herida en la pierna era la causante de todo aquello. Abrí el maletín y me puse unos guantes, tenía que saber de dónde venía toda aquella sangría.
Era un agujero limpio,  iba directo a la vena safena, menos mal que no había  pillado la arteria poplítea, sino no habríamos tenido tiempo para nada.  Trabajo a toda prisa, pero con el máximo cuidado, no quiero provocar nada más de lo que ya tiene. Esto sería mejor hacerlo en el hospital, pero si no lo hago aquí no sale.  Voy limpiando la herida hasta llegar a la vena, tengo que coser como sea.


La cosa se complicaba, no era capaz de suturar la vena, cada vez que clavaba la aguja se rajaba la pared. Eché mano a una hoja de bisturí, tenía que abrir el campo para poder anudar  y parar la hemorragia. No sé lo que tardaría en llegar la ambulancia,  que no tarde,  necesitaba ponerle suero, la tensión arterial tenía que estar demasiado baja.
Sentado en el poyo contemplé como se alejaba la ambulancia, encendí un cigarro y respire profundamente,  si no hay complicaciones creo que Paco saldrá de esta. Clareaban las primeras luces.  ©Fer


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