Aburrida mirando la
pantalla, ves a alguien comentar, ¡¡qué mono!! Piensas, pinchas su nombre y
solicitas amistad. Es simpático, seguro que da juego en mi "feis".
Ufff que tarde me voy a dormir.
Al día siguiente, inicias
sesión y al minuto se abre la ventana del chat... Es el chico tan mono... Hola (dice), Hola (respondes), ¿De dónde eres? Y tras
una conversación larga y agradable se despide con "oye, eres un encanto”.
Ésa frase marca la casilla de salida a unos sentimientos que irán creciendo
según se van tirando los dados en este juego.
Día tras día, cada vez
que inicias sesión la ventana del chat se abre con la misma coletilla, “Hola ". Una semana escribiendo y llega el
intercambio de teléfonos. Una llamada con un comienzo tímido. Es la primera vez
que escuchas su voz, no está mal, me gusta. Claro que no está nada mal, 5 horas
colgados al teléfono hablando de todo, riendo, sintiéndote muy a gusto, sin
ganas de colgar, pero son las 3 de la mañana y el cansancio vence... Hasta
mañana, hasta mañana...
Te despiertas tarde, y
nada más abrir los ojos, piensas en él, en la conversación del día anterior.
Mientras que el café sube, van subiendo las ganas de volver a escucharlo, Uff ¿qué
me está ocurriendo?
Un mes hablando todos los días, robando tiempo
al tiempo para colgarnos al teléfono con cualquier excusa, se habla de conocernos,
se habla de sentimientos. Una proposición ¿Cenamos juntos?, un hormigueo en el
estómago, un paso más en la relación. Pues claro que cenamos juntos, Face to face.
Hola... hola... (Dos besos) (Miradas furtivas
para conocernos mejor) Una comida... y dos horas después ninguno de los dos
puede aguantar las ganas de besarse. ©Sugar
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