miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL AMANTE. VI PARTE.


No llegaba a entender las reacciones de mi cuerpo con su sola presencia.   Aquella electricidad que recorría todo mi ser no era normal, casi tenia la piel de gallina.  Su voz me dejaba embelesada, en ese momento no existía nada más a nuestro alrededor.  Pasamos la tarde contándonos cosas de nuestras vidas,  descubriéndonos el uno al otro. De vez en cuando se cruzaba por mi mente aquel pensamiento: “Estas loca”.


Sin querer  y de la forma más natural, cogió mi mano, al principio no me di ni cuenta, pero cuando fui consciente de ello sentí un nerviosismo como nunca lo había sentido,  me entro un temblor igual que cuando sube la fiebre,  solo faltaba que me castañetearan los dientes.  Me solté, no sabía que decir ni que hacer, mi mente se nublo por unos momentos y me entraron unas ganas tremendas de salir corriendo. Me había roto todos los esquemas, no estaba preparada para eso, todavía no.
-Perdón, dijo nada más darse cuenta de mi reacción.
 Un gesto de culpabilidad apareció de inmediato en su cara. Aquello sin saber porque me tranquilizo. Seguía sin comprender la influencia que tenía sobre mi persona, pero mi cuerpo se volvió a relajar y disfrutar con la conversación.
A  la hora de irnos, el de forma muy educada me ayudo a ponerme el abrigo, al llevarlo al sitio aprovecho para abrazarme y besarme en el cuello. Me quede parada, no sabía cómo actuar. No sabía si  volverme y abofetearle la cara o besarle de forma apasionada. El que hablaba por mí, era mi cuerpo. Un escalofrió recorrió toda mi espalda.





Nos fuimos hacia  la parada de taxis, ahora, al cogerme el brazo, lo sentía diferente, todos mis sentidos los tenía más desarrollados. Sentir sus dedos sobre mi brazo, su perfume, su voz… aquella voz que me provocaba tantas sensaciones. Escasamente separados por cuatro dedos, me miro fijamente y cuando iba a empezar a decir, que había sido un placer el pasar la tarde con él, sin darme cuenta se acercó y rozo sus labios con los míos.
Me subí  en el taxi de forma acelerada, casi pierdo un zapato, no sabía que decirle al conductor, solo quería que arrancara rápidamente.
Cuando arranco le di la dirección y me tranquilice un poco.  Yo, una mujer casada, con dos hijos, después de 15 años de matrimonio, no podía tener una aventura.  Con la mirada perdida por la ventanilla, solo podía pensar.  Mi marido era buena persona, siempre se había dedicado a su familia y su trabajo. Como pareja tampoco había sido malo, buen padre, fiel, cariñoso y buen amante. Mis hijos eran  lo más grande que me había pasado en la vida, nunca me pude imaginar lo que una mujer puede sentir por un hijo hasta que los tuve a ellos. Económicamente no marchábamos mal. ¿Entonces por qué? 
¿Qué pasaba? ¿Porque mi vida estando en orden se tambaleaba? ¿Porque mi cuerpo tenía aquellas reacciones con  aquel hombre?


Cuando llegué a casa me fui directamente a la cama, no podía permitirme que notaran nada, puse como escusa una jaqueca. Necesitaba estar sola y pensar. No me entere de cuando se me cerraron los ojos, debía estar cansada por los nervios y al relajarme en la cama, caí.
Abrí los ojos, estaba todo a oscuras, mi marido no estaba en la cama, debía de ser tarde. Gire mi cuerpo y vi el reloj, no podía ser, solo habían pasado quince minutos y parecía como si hubieran sido horas, me acurruque.
El tacto de su mano, el roce de sus labios, su voz, sus ojos clavados en los míos, no se iban de mi cabeza. En esos momentos me arrepentí de salir corriendo, que hubiera pasado de no haberme marchado, me habría abrazado para seguir besándome, me diría alguna palabra romántica.


Mi cuerpo empezó a tener vida propia, un cosquilleo recorría mi piel, una nube cubrió mis ojos, mis pecho se pusieron duros, los pezones erectos, mis manos los buscaron para acariciarlos, cerré los ojos.  Me abandone a los instintos más básicos. Una de mis manos bajo lentamente por mi cuerpo, mientras la otra seguía masajeando mis pechos, acariciando y pellizcando mis pezones, mis piernas se entreabrieron para dejar paso a mi mano, el calor de mi cuerpo traspasaba la tela, mi dedo índice acariciaba lentamente, la respiración se aceleró, el juego cada vez era más intenso, esa mezcla de dolor y placer al pellizcarme, esas descargas eléctricas que recorrían mi cuerpo. Mientras solo era capaz de pensar en él, besarle, acariciar su cuerpo, mirarle a los ojos mientras nuestro cuerpo se hacían solo uno, sus manos recorriendo cada rincón de mi cuerpo. Sentir como se tensan  nuestros músculos en el momento álgido, ver la expresión de su cara cuando me hace suya. Con esos pensamientos cada vez estaba más excitada y las caricias fueron en aumento, estaba dentro de mí mientras me acariciaba de forma frenética. Se arqueo mi cuerpo, silencie mis jadeos y gritos clavando mi cara en la almohada, no podía parar necesitaba más, mis manos siguieron buscándome, volví a explotar en otro torrente de placer.
Poco a poco me fui relajando,  no podía abrir los ojos, la respiración fue perdiendo fuerza, mi cuerpo se fue quedando en un plácido estado casi catatónico.

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