lunes, 26 de noviembre de 2012

EL AMANTE. IV PARTE.




Me desperté  feliz,  haciendo la remolona y con esa sensación en el cuerpo de satisfacción. Tenía la cama para mi sola, Paco ya se había ido a trabajar y no me apetecía levantarme, levante las ropa y comprobé lo que sospechaba, estaba completamente desnuda. Al momento me vino el recuerdo de la noche anterior,  cómo disfrute  de la pasión de mi marido y de la excitación que siempre me ha provocado.
Como un puñal se clavo el recuerdo de lo que había estado pensando en el momento crítico, no podía ser, me entro la culpabilidad, como podía haber pensando en otro hombre mientras estaba con el que amaba, como me había excitado tanto el solo pensar en el, que me estaba pasando, yo no soy así, mi educación y mi forma de pensar no  me permiten estas cosas, no podía permitir mas aquello.
En la ducha, estuve más tiempo del habitual, el agua caía sobre mi cuerpo, parecía como si intentara limpiarme de mis pensamientos.


Me fui a ver a Cloe a su tienda, amigas desde pequeñas nos entendíamos a las mil maravillas, necesitaba hablar con alguien del tema y no hay nadie mejor que ella para entenderme.
Cloe, era una mujer con mucho gusto desde siempre, su tienda me encantaba llena de pequeños detalles por todos los lados.  Nuestra amistad era de las buenas, siempre habíamos estado la una para la otra en los momentos que nos necesitamos. Estaba atendiendo a una clienta de las pesadas, esas que te hacen sacar medio almacén y  que al final no se llevan nada, pero Cloe es un encanto y sabe llevar perfectamente aquellas situaciones. Mientras terminaba me dedique a dar una vuelta y ver todas las cosas nuevas que había traído.


Acompaño a la clienta hasta la puerta, nada más que se cerró se volvió y solto de sopetón:
-¿Qué te pasa?
Esas son las ventajas e inconvenientes de conocernos tanto. La dije que nada pero no se lo creyó. Desvió la conversación hacia las cosas que habían venido nuevas, tiene un gran tacto y sabía que se antes o después se lo contaría.
-Cloe, tengo que contarte algo.
Le conté todo lo que me había pasado desde la tarde anterior, el encuentro en la tienda, el café, mi pensamiento en el. Ella me miraba atenta y con una muesca de sonrisa, yo no me podía creer que la hiciera gracia, pero confió en ella plenamente. Con gesto tranquilo  me cogió la mano y me dijo:
-        Bienvenida, ya me extrañaba a mí que con lo atractiva que eres no te hubiera pasado todavía.

1 comentario:

Orquídea dijo...

Una confidente a quien confiar sus secretos???? jajajajja mas peligroso se va poniendo muakisssssss