martes, 20 de agosto de 2013

LA ESPERA.



Asenté bien la silla de trípode, eran las 6 de la mañana y por el este empezaban a despuntar las primeras luces
.
Aunque eran principios de Junio y en aquella zona refrescaba bastante, la mañana estaba serena, solo con la camisa y un jersey se estaba de maravilla. Una vez que lo tenia todo colocado saque un cigarro, lo encendí y le di una calada larga y profunda.

Solo era capaz de distinguir el contorno de las copas de la ladera de enfrente recortado en el cielo,  el resto era de un negro difuminado. el canto del mirlo rompe el silencio de la noche, el jarabasqueo de algún lirón, y el ladrido seco y profundo del corzo.

Poco a poco la claridad va ganando la batalla y se empieza apreciar algunos detalles, se van uniendo los componentes del coro y alegran la mañana, tu oído funciona a pleno rendimiento, el olor de la hierba fresca y de la flor de la jara inundan tus pulmones, cierra los ojos y te abandonas a disfrutar del momento.

Pegado al arroyo y tapándose todo lo que puede con el monte va  careando un macareno, levanta la cabeza de vez en cuando para coger vientos, gira las orejas y vuelve a bajar la cabeza, a poco metros un conejo ramonea de un roble. Se mete el cochino al pie de un enebro y comienza a frotar su lateral con fuerza, se gira y frota el otro, levanta la cabeza y marca el tronco con sus defensas. Sigue con su paso tranquilo y se pierde en la espesura.

Me deja helado un ladrido que corzo, debe de estar a menos de 10 metros, oigo sus pisadas, en ese momento me aisló de todo, lo único que escucho es su leve movimiento y el latir de mi corazón. Mis manos se dirigen a mi pecho en busca de la cámara, la tengo preparada, me muevo levemente, subir la cámara a la cara me lleva su tiempo, no logro verle todavía, pero esta ahí, el más leve error en un movimiento daría al traste con todo.

Esos instantes parecen horas, oigo el crujido de una rama, esta un lineo por encima de mi, a pesar de mi ritmo cardíaco estoy de lo mas tranquilo, son los momentos de la verdad. Aparece detrás de una jara, se para y lanza otro grito de amor, aprovecho y enfoco, aprieto el disparador dejado el dedo sin levantar, el motor de la maquina dispara una ráfaga, gira la cabeza mirándome, puede que haya oído el motor dada su cercanía, lo tenia como a 6 metros, sus ojos se clavan en mi, mi objetivo lo hace en su cara, nueva ráfaga y desaparece de mi vista. Va ladrando según se aleja de mí, era como si me fuera regañando por el susto recibido, Logre verle entre unos pinos, se paro, miro hacia donde yo estaba y de un salto desapareció.

Por algo son El Duende del bosque.©Fer

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