Tenía la mirada perdida, aquella situación le estaba
pasando una factura demasiado alta, no sé si sería capaz de salir de aquello. Su
vida había sido como una montaña rusa y
en ahora estaba en lo más bajo.
Se había separado hace poco, el trabajo no iba como debía
y le tenían que dar el resultado de aquella prueba. En pocos meses se le había
acumulado muchas cosas y todas de calado.
Después de 20 años de casados, de la noche a la mañana su
marido se había ido con una sudamericana 15 años más joven. Su empresa, aunque
pequeña, siempre había estado bien gestionada, pero por una política de
austeridad de su mejor cliente, comenzaba a tener dificultades. Una mañana, mientras
se daba crema después de la ducha, se había notado un bulto en el pecho derecho.
Siempre había sido muy luchadora y no era fácil que la doblegaran
los problemas, sacaba fuerzas de flaqueza y se sobreponía a las adversidades,
pero ahora la estaba constando más de lo normal. No sé cuál de aquellos
problemas era el causante.
Visto desde fuera y por alguien que la aprecia y la
respeta, lo peor de todo es que no se dejaba ayudar. Te escuchaba, te daba la
razón, pero no te hacía caso y no es que fuera hacer lo que le decías, que no
es lo que se pretendía, lo que se buscaba era hacerle reaccionar.
No hay peor ciego que el que no quiere ver y cuando una
persona no quiere ser ayudada, no hay nada que hacer, por mucho que te lo
propongas y luches, no conseguirás nada, tal vez lo único que puedes lograr es
su rechazo.
Los amigos siempre están ahí. ©Fer
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