domingo, 3 de marzo de 2013

ÁNGEL. VI


Me desperté tarde, la cabeza me explotaba de la resaca, poco a poco iba recordando lo que había pasado por la noche.  Carolina era una maravilla, divertida, simpática, gran conversadora y qué manera de bailar. Hacía mucho tiempo que no me divertía tanto.
Eran cerca de la una, menos mal que era sábado y no tenía trabajo, aunque eso es complicado porque nosotros estamos las 24 horas. Metí la taza en el micro, necesitaba tomarme un café, aproveche para ir al baño y en ese momento sonó el teléfono. Joder lo que me hacía falta, una urgencia.


No era una urgencia,  todo lo contrario, fue una sorpresa de lo más agradable, Carolina que si quedábamos a comer.  Me pasaba a buscar en media hora.  Me afeite, entre en la ducha, me tome el café y me vestí. Que prisa me había dado, todavía me quedaban 10 minutos, prepare otro café, encendí un cigarro, solo estaba pensando en ella.
Toco la bocina, me estaba esperando en la puerta, nada mas verme sonrió,  subí de copiloto, nos dimos dos besos y arranco. Fuimos charlando de la noche anterior,  no recordaba muchas de las cosas que me decía, lo que pueden hacer las copas. No me dijo donde me llevaba, solo que era una sorpresa.
Nos metimos por un camino y después de unos 3 kilómetros llegamos a una explanada donde dejamos el coche.  Cuando nos bajamos del coche me di cuenta de lo guapa que estaba, unos pantalones vaqueros que le quedaban como un guante y una camisa blanca. Abrió el maletero y saco una cesta.


Nos adentramos por una senda entre la vegetación, se intuía que antiguamente había un camino y por el poco uso se había ido cerrando.  Yo la seguía sin atreverme a preguntar dónde íbamos, casi sin querer y otras veces queriendo miraba su culo, era una maravilla.
Se fue abriendo la senda y se descubría al final una casa de piedra, este lugar era precioso.  Me explico que era un molino que había pertenecido a su familia. De frente estaba la casa principal, a la izquierda  estaban las cuadras y a la derecha  en alto estaba la presa.  Dejamos la cesta en la puerta y subimos por unas escaleras de piedra llenas musgo  que había justo al lado de la entrada, al llegar arriba la visión de la presa era impresionante. Aquella película de agua reflejaba como un espejo, me quede impresionado.
Pasamos entre las dos edificaciones, no daba crédito a lo que veía, el contraste entre  lo selvático que habíamos visto y  lo cuidado que estaba el huerto, parecía un jardín de cualquier palacio. Los surcos eran perfectos, parecía como si se hubieran hecho con escuadra y cartabón. Me gustaba verla así de contenta y como me iba explicando todo.


Abrió la puerta de la casa, al entrar es como si viajáramos en el tiempo, bajando un par de escalones se encontraba la piedra,  como en una vista guiada me explico cómo funcionaba, cada vez me tenia mas embobado, no podía dejar de escucharla y mirarle. Aquella mujer se estaba metiendo en mí.
Abrió la cesta, coloco el mantel en la piedra de moler y comenzó a sacar las viandas que había preparado. Tortilla de patata, croquetas, lomo empanado, fruta y una botella de vino. 
Mientras picábamos, fuimos contándonos  cosas de nuestras vidas,  gustos e inquietudes, me di cuenta que teníamos muchas cosas en común. Su sonrisa me cautivaba y sus ojos tenían el poder de bajarme la mirada.
Nos sentamos en la puerta a fumar un cigarro, aquello era idílico, no podía haber elegido mejor sitio. Nos miramos y nuestras cabezas se fueron acercando hasta que se rozaron nuestros labios.  ©Fer

No hay comentarios: