Lo angosto del cañón y los escalones desgastados, hacían que la bajada no fuera tan fácil. Ante
uno, la profunda oscuridad rota por el haz de la linterna, notabas en la piel
como al ir bajando descendía la temperatura, las paredes se iban cubriendo de
un moho blanquecino y la humedad se hacía más evidente.
Allí abajo había pocos sitios para poder esconder algo,
las paredes cortadas por la punta del pico, solo con alguna pequeña hendidura
donde se colocaban los cerillos antiguamente. Así que solo quedaba detrás de
las barricas y los cubetes, no sería muy complicado, solo había 6. Lo encontré en
el 4º, pegado en la parte trasera.
“Hola Fernando.
Recuerda como me gustaban las chuletas a la parrilla y
ese vinillo que entraba de maravilla, más de una vez salí empachada y un poco
contenta.
La última es prueba es la más fácil de todas. Tienes que
ir a la agencia de viajes que hay debajo de mi casa y preguntar por Dolores.
Suerte. Besos”
Con la tranquilidad de haber encontrado el sobre me comí
las chuletas con gusto, acompañadas de un buen cantero de la hogaza y unos
tragos de vino. La noche era templada y
nos fuimos para casa de mi primo cerca de las 2 de la madrugada.
Recorría las calles cuando despuntaba el día, solo se
escuchaba el canto de los pájaros. Cada rincón me traía un recuerdo. Esa valla
de piedra donde me escalabre, el poyete donde se sentaba mi querido Cayo, el frontón
donde había jugado tanto, los soportales de las escuelas donde íbamos a echar
nuestros primeros cigarros, la fuente de 4 caños, la plaza donde se ponía la música
y descubrí los placeres del baile, las eras primeros escarceos amorosos………. Y tantos
y tantos más.
Pero si hay algo que recuerdo con claridad son los
ruidos, el cacarear de las gallinas, el rechinar de los guijarros aplastados
por las ruedas de los carros, el balar de los rebaños cuando los sacaban a
pastar pasando por mitad del pueblo, el golpe seco de los cascos de los machos
para quitarse las moscas, el chasquido de las trallas, el crujir de la paja al
ser trillada…….
Cuando volví estaban preparando el desayuno, coñe que seguían
utilizando aquellos tazones de porcelana que hacían medio litro por lo menos, mi primo seguía
con la misma costumbre de migarse el pan, los demás le dimos a la torta dulce
de anís. Tras mucho insistir para que
nos quedáramos a comer, nos despedimos y
nos dirigimos a las Hoces del Duratón.
Dejamos en el coche en el aparcamiento y empezamos a
bajar el camino hacia la Ermita de San Frutos, enclavada en unos de los
salientes de las Hoces, tiene unas vistas privilegiadas del rio y los cortados.
Yo me he preguntado muchas veces: ¿Y el Frutos este, como que le dio por acabar
allí? Hacia algo de viento el cual
aprovechaban los buitres y pasaban casi rozándote la cabeza. La Ermita esta en uso y del convento quedan
en pie algunas de las paredes. Al ser pronto, solo había 3 personas más, la paz
y tranquilidad que se respiraba era absoluta.
Después de un buen paseo fuimos a Sepúlveda a ver a unos
amigos y de paso comer. Cholo y Balbi son una pareja encantadora que regentan
uno de los restaurantes típicos, Casa Paulino. Pasamos primero por el
restaurante donde estaría Cholo y después pasaríamos por su casa para ver a
Balbi.
La historia de esta Villa se remonta a varios siglos A.C.,
así que podríamos escribir mucho, nos quedaremos con su conjunto histórico de
casas y monumentos, siendo su seña de identidad la plaza Mayor empedrada y las
Iglesias de El Salvador y la de la Virgen de la Peña.
Salimos hacia Madrid con el estómago lleno y con la alegría
de haber pasado unas horas con unos buenos amigos. ©Fer
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