Fueron pasando los días muy tranquilos, no me venía mal, las últimas semanas habían sido demasiado ajetreadas. Puede centrarme en el trabajo y en la familia.
Llame a Noelia, tuvimos una conversación cariñosa, de dos
amigos que no se veían hacía muchos años, pero que han tenido una buena
amistad. Hablamos de lo humano y lo divino, de todo lo sucedido durante estos
años y de Encarna. Quedamos al día siguiente para dar unas bolas y jugar unos
hoyos.
Pase a buscarle por su casa, al vernos nos fundimos en un
fuerte abrazo, era como si no hubiera pasado el tiempo. Estaba espectacular,
siempre había sido guapa, pero la madurez le había dado un encanto especial.
Echamos sus palos en el coche y no marchamos.
Llegamos R.C.
Puerta Hierro de donde ella es socia. Es uno de los clubes más selectos de
España, todo en el es lujo. Aparte de su campo de golf de 18 hoyos, su cancha
de entrenamiento, canchas de tenis, pádel y su campo de polo. La casa club es un palacete impresionante,
decorado de forma clásica, tienes toda la impresión de entrar en otra época.
Estuvimos calentando dando unas bolas, hay que estirar
los músculos antes de salir al campo. Daba gusto contemplar su swing, era
elegante, casi perfecto, su cuerpo y el palo se fundían formando solo uno.
Cogimos los palos y fuimos al tee del uno. Fuimos enlazando los hoyos, en
los largos paseos entre golpe y golpe charlábamos animadamente.
Su vida se había convertido en un mero escaparate, se
caso con Juan el hijo del socio de su padre, el amor prácticamente entre ellos
no había existido, fue un matrimonio casi programado por las familias, los
intereses estuvieron por encima de todo, de cosas así nos libramos los pobres,
lo que no se puede comprender es que en los tiempos que estamos sigan pasando
estas cosas. Ella se había acostumbrado aquella vida, económicamente y
socialmente lo tenía casi todo y por lo que me dejo caer, había varios amantes. Terminamos de jugar y como era
normal, me gano. Dejamos los palos en el coche y nos fuimos a comer a la casa
Club.
No habíamos tratado el tema de Encarna en toda la mañana,
así que seguro que lo haríamos mientras comíamos. Pedimos los dos lo mismo, una
ensalada de ventresca para compartir y
un lenguado mernier, de beber agua, había que recuperar líquidos.
Sin esperar entro derecha a tratar el tema. Fue
desgranando todo lo que había pasado, como se entero Encarna de la enfermedad,
como la afronto de la mejor forma, como la informo del juego y como fueron los últimos
días. Los dos teníamos un nudo en la garganta, casi no nos dejaba hablar. Sabíamos que a ella no la gustaría vernos así,
nos serenamos. Le conté las pruebas que había tenido hasta ahora, que ella era
la tercera y que me quedaban 2 más.
Saco de la pequeña bandolera un sobre, lo dejo encima de
la mesa y lo acerco hacia mí:
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