Fueron pasando los días de forma tranquila, había
apartado el juego de mis pensamientos, necesitaba centrarme en mis asuntos. Tenía demasiados temas pendientes que necesitaban mi atención.
Llevaba cerca de un año que no era yo, había cosas que me
estaban afectando y tenía que comenzar a controlar. Este juego, me ayudo a
recuperarme en parte, pero quedaban muchas cosas todavía y no las podía dejar
aparcadas. Como me gustaría muchas veces el haber sacado el carácter de mi
madre.
Mi madre ha sido siempre una mujer de gran valía, decidida,
temperamento fuerte y sin miedos absurdos. El buque insignia que ha guiado la familia. Cosa que ha ido cambiando
cuando ha entrado en la vejez, muchas veces me quedo perplejo del cambio que ha
dado, cuando veo los miedos que tiene
ahora.
Yo por suerte o desgracia, soy como mi padre. La mejor
forma de definirnos es: “como la gaseosa” se nos va la fuerza por la boca. Nos damos desde el principio, recibiendo los
mamporros correspondientes y por mucho que pasen los años, no cambiamos, solo
somos un poco más gruñones. Pero volvamos al tema, que nos hemos desviado.
¿Quién sería aquella persona?
Haciendo caso a la pista, debía de ser alguien de toda la
vida, con la cual tuviera plena confianza y que hayan seguido manteniendo
relación. Hasta aquí, la deducción es lógica, pero como en todo lo anterior, no
sabía nada de su vida hace 20 años y menos de sus amistades. Esto me llevaría a
tener que acercarme a su entorno y preguntar, cosa que no me apetecía mucho.
Entro Teresa en mi despacho, es la secretaria del jefe,
solo con ver la expresión de su cara sabía lo que quería. Cerró la puerta y
echo la llave, mi cuerpo se estremeció y me excite al instante. Sin mediar
palabra, separo mi sillón de la mesa, se arrodillo entre mis piernas, bajo la
cremallera del pantalón y hundió su cabeza entre ellas. No se aparto hasta que hubo terminado conmigo,
se recoloco la ropa, paso un dedo por sus labios, abrió la puerta y se marchó según
vino.
Teresa, era unos de los problemas que tenía que
solucionar. Nuestra relación, si es que se puede llamar así, que lo único que tenía
era sexo, empezó en la cena del cumpleaños de Juan, compañero de trabajo. Ella
y yo siempre habíamos mantenido las distancias, solo nos dirigíamos la palabra con temas laborales y aquella noche
había sido igual. Cuando iba para casa en el coche, le vi intentando buscar un
taxi, pero aquellas horas y en aquel barrio sería difícil, pare a su altura y
bajando la ventanilla me ofrecí a llevarle.
Creo que en los 20 minutos que duró el trayecto hasta su
casa, las únicas palabras que dijo fueron: 2 gracias, 1 si y 4 no. Lo
sorprendente vino a llegar a la puerta de su casa, nada más parar el coche, su
manos vino a mi entrepierna, bajo la bragueta y se inclinó sobre mí. Yo me
quede blanco, pero nada más notar sus labios en mí, se acabó la poca
resistencia había puesto. Levanto su cabeza, me miro a los ojos diciéndome:
-Sube a casa.
La ardua batalla para darnos el máximo placer duro hasta
despuntar el día, me vestí y dejándole en la cama dormida, me marche.
Al día siguiente tenía una sensación rara que me recorría
el cuerpo, que reacción tendríamos al vernos. Pues la misma de todos los días,
fue como si no hubiera ocurrido nada, la distancia entre ambos era la misma,
solo que ahora de vez en cuando y sin saber muy bien porque, teníamos una
sesiones de sexo. ©Fer
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