Nos fuimos conociendo poco a poco, cada vez la atracción
era mayor, pasamos de algunos mensajes sueltos a no poder estar sin hablar.
Había llegado el día de conocernos, los nervios me comían
por dentro, casi encendía un cigarro con otro,
no sé lo que iba diciendo aquel locutor de la radio, solo quería causarle
buena impresión.
Al coger la
entrada del parking pude ver que ella venia ya, daría la vuelta a la rotonda y
la tendría detrás de mí. Arrime mi coche a un lado y la deje pasa, ella no me
voy, aparcaría cerca sin que ella me
viera y la sorprendería al bajar del coche.
Doy un respingo al abrir la puerta, no me esperaba, nos
miramos fijamente y se unieron nuestras bocas en un beso delicado, la abrace y nos volvimos a besar, esta vez
con más pasión, teníamos ese estado de semi-inconsciencia que te crea una
situación así. La agarre por la cintura y nos dirigimos a los ascensores.
Fuimos a tomar un café, nuestras miradas lo decían todo,
agarrados de la mano charlamos animadamente, eran tantas las ganas de estar
juntos que no teníamos noción del tiempo. Aquel día lo habíamos programado para
nosotros, para estar juntos y amarnos.
El deseo inundaba nuestros cuerpos, los besos y las
caricias eran constantes, abrimos la puerta de la habitación y la pasión se
desbordo. Nos unimos en un beso sin fin, nuestras manos acariciaban nuestros
cuerpos, nos fuimos quitando la ropa con esa parsimonia acelerada, pero sin
separar nuestros labios. En mi cabeza solo tenía una cosa: La quería, la
deseaba.
Contemple su cuerpo tumbado en la casa, solo le había dejado
la ropa interior y la medias, aquella visión despertó más mi deseo, me acerque
y bese suavemente el triángulo de su braga, ella suspiro, un suspiro profundo
de placer y felicidad.
Mi labios se dedicaron por completo a ella, solo quería que
ella disfrutara, que su cuerpo llegara a tener el máximo placer. Bese sus
muslos, su inglés, separe con mucho cuidado la seda de su braga y jugué con mi
lengua. Esas caricias la llevaron a un orgasmo casi demoníaco su cuerpo se retorcía
y casi creí que levitaba, sus gemidos se convirtieron en gritos y sus ojos se
pusieron en blanco. La bese cuando se tranquilizó.
No abrazamos y besamos, me sentía como en una nube y todo
era por su culpa, aquella mujer era capaz de trasmitir te una paz que no era
normal.
Con un leve movimiento de su cuerpo se subió encima de mí,
sentir como me abría camino dentro de ella casi me lleva al orgasmo, el
movimiento era lento y acompasado, el poder mirarle a los ojos y besarle era
algo maravilloso. La unión de nuestros cuerpo era perfecta y el placer
infinito, no se el tiempo que estuvimos así,
pero yo deseaba que aquello no terminara nunca. El ritmo se aceleró y
entre caricias y gritos llegamos a un orgasmo a la vez. Caímos rendidos, pero
eso abrazados y besándonos.
Así pasamos el día entero, charlando, riendo, llorando, besándonos
y haciendo el amor.
No había vivido hasta entonces una experiencia igual y la
culpable fue ella. ©Fer
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