Me despertaron unas voces acompañadas de unos golpes en
la puerta, parecía que se derrumbara la casa, me tire de la cama y todavía con
el atontamiento de estar medio dormido fui abrir la puerta. Era Faustino, muy
nervioso y casi sin poder hablar me informo que había un accidente en la curva
del puente, en la entrada del pueblo.
A toda prisa me puse unos pantalones, calce las botas y cogí
un chaquetón, me monte en el coche y salí pintando. En el maletero siempre llevo
un equipo de primeros auxilios, en estos pueblos nunca sabes lo que puede
pasar.
Nada más bajarme vi las luces de la patrulla de los
Civiles, me acerque al coche, se había salido en aquella maldita curva, todos
iban a parar al mismo sitio, un viejo nogal de más de 2 metros de diámetro que hacía
las veces de paragolpes. Dentro había un hombre de unos 50 años, con un fuerte
golpe en la cabeza e inconsciente.
Mientras que los Civiles se dedicaban a señalizar el
accidente, es una carretera de poco tráfico a esas horas, pero basta que haya
pasado esto para que venga alguno y se espante, yo me dedique a darle asistencia.
Le coloque un collarín y le comprobé las constantes, eran buenas y parecía que
no tenía nada más.
Recobro el conocimiento y
le hice unas cuantas preguntas de control para verificar su estado, la
pareja ya había pedido una ambulancia por radio, mientras esperábamos su
llegada nos contó como había sido el accidente, se le veía que coordinaba
perfectamente, pero aquel golpe en la cabeza me tenía preocupado.
Cuando llego la ambulancia y después de poner al
corriente al médico decidimos sacarle del asiento. No nos costó mucho casi se bajó
el solo, le ayudamos a subirse a la camilla. Ahora al hospital, scanner y a
esperar que no fuera nada. Apartamos un poco el coche entre los que estábamos y
colocamos unos triángulos, por la mañana vendría la grúa a retirar el coche.
El cabo de los civiles era conocido y me ofreció un
cigarro, ya habíamos coincidido en varias historias. Al número no le conocía,
pero ahora que se acercó y con la luz de los faros pude apreciar que era una
chica y por cierto muy guapa, nos presentó el cabo y se unió a la charla. Se
llamaba Carolina.
Me quede un poco fuera de juego con aquella mujer, creo
que era su sonrisa, cada vez que lo hacía
parecía que se iluminaba la noche. Cuando terminamos el cigarro se fueron para
su coche, la seguí con la mirada, no podía ser, la sentaban de maravilla los
pantalones de uniforme y eso que no favorecen a ninguna mujer. ©Fer
3 comentarios:
Me sorprendes!
Eso si...muy gratamente.
Besos
Muchas gracias amiga.
Besitos.
Muchas gracias amiga.
Besitos.
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