Aquella noche fue de pasión desenfrenada, no puedo
recordar las veces que hicimos el amor.
Pasamos en día en casa vagueando, nada más que
disfrutando de nuestra compañía, de esos silencio que son tan expresivos y esas
miradas de complicidad. Salimos a cenar y despejarnos un poco de tanta casa.
Al llegar a casa se desato frenesí, sin cerrar la puerta
nos unimos en un beso sin fin, mis manos se aferraron a su cuerpo para
apretarla contra mi cuerpo, la lleve contra la pared, ya era yo el dueño de la
situación.
Agarre sus muñecas y
estire sus brazos por encima de la cabeza mientras la seguía besando,
una de mis manos abrió su cazadora y desabrocho su blusa, baje besando su
cuello hasta llegar a sus pechos, su cuerpo se estremecía, suspiraba con cada
beso o roce de mi lengua.
Caí de rodillas ante ella, mis manos desabrocharon su
vaquero y mi lengua se clavó en su ombligo, fui bajando muy despacio sus
pantalones dejando delante de mi cara el triángulo de su tanga, el olor de
aquel manjar fue el detonante, no pude evitarlo y clave mi boca en él mientras
mis manos se aferraban a su culo. Sus dedos se entrelazaron en mi pelo y sus
palmas me apretaban contra ella.
No sé cómo acabamos desnudos tendidos en el pasillo, ni cómo
llegamos a esa posición que tanto placer nos estaba regalando. Su boca en mí y
la mía en ella nos habían llevado a un estado de abstracción, nuestro único objetivo
era dar placer al otro. En un momento de
respiro pude ver nuestras imágenes reflejadas en el espejo del armario, el
acoplamiento de nuestros cuerpos era casi perfecto, aquella imagen encendió más
mi deseo, necesitaba sentirla.
No llegamos al dormitorio, al pasar por el salón empuje
su cuerpo contra el respaldo del sofá quedando de pie y doblado su cuerpo
contra el asiento. Un estremecimiento me
recorrió cuando sentí el calor del
interior de su cuerpo, fuimos cogiendo ritmo terminando en unas embestidas casi
salvajes que nos llevaron a un orgasmo explosivo.
No sé a qué hora nos despertamos, pero era tarde, nos
quedamos en la cama hablando, contándonos cosas de nuestras vidas, cosa que ya sabíamos
por nuestras largas charlas del Face y
cosas nuevas que nos íbamos confesando. Me sentía bien con ella, me daba un
punto de serenidad en mi vida.
El tiempo pasaba deprisa pero todavía nos quedaban
algunos días juntos, tenía ese sabor agridulce, agrio del poco tiempo que seria
y dulce por poder disfrutar de ella. ©Fer
No hay comentarios:
Publicar un comentario