Después de hacer las 4 visitas a los enfermos que no podían venir a
consulta, me fui para casa, seguro que ya tendría alguno esperando.
En la época del año que estamos lo normal es que tuviera
10 o 12 personas en consulta, en su mayoría cosa de poco, algunos
eran asiduos, más por soledad que por enfermedad, así estaban un rato de charla mientras esperaban
y otro rato conmigo.
Entre resfriados, torceduras, tomar la tensión y hacer la
prueba del azúcar se me había ido la mañana, estaba dejando un poco ordenado
todo cuando llamaron a la puerta:
-
Adelante.
Se abrió la puerta despacio y apareció Dª Clotilde, me
quede extrañado, siempre que ha necesitado algo me ha mandado llamar para ir a
su casa.
Dª Clotilde Bienmesabe-Alcoholado y Fernández Calavera,
vivía en una casona solariega que había en la afueras del pueblo. Según ella
descendiente de familia de alta alcurnia y copete, venida a menos.
Se sentó y espero
impasible a que yo tomara asiento, mirándome a
los ojos empezó a contarme el porqué de su visita.
- -Ud. Me dirá Dª Clotilde.
Se perdió en dar mil vueltas y saltar de un tema a otro
sin ton ni son, hasta llego hablarme de la plaga de pulgones que estaba
teniendo en el jardín. Me estaba divirtiendo un rato, ver como no se atrevía a decir realmente a lo que venía. Después de
más de 10 minutos de un diálogo de besugos, dio el paso:
- -Quiero que me recete la píldora.
No sé cómo pude aguantar el no soltar una carcajada en su
cara, tuve que levantarme y disimular tosiendo, creía que me daba algo y encima
verle allí sentada con esa seriedad incrementaba el ataque.
Cuando logre serenarme un poco, comencé a explicarle que
una mujer a su edad, debía andar cerca de los 70 años, no le hacía falta tomar
pastillas anticonceptivas, que esas pastillas eran para evitar los embarazos.
Se volvió airada, esperaba que me dijera algo por la edad
y ni corta ni perezosa me dijo:
- -No, esas no, quiero Viagra.
Coño, se
me paso el cachondeo de inmediato, me dejo blanco. ©Fer
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