¿Cuántas mujeres casadas desearían tener una aventura
como la mía?
Es una pregunta que comencé hacerme. Yo, antes pensaba
que toda mujer que le fuera bien en su matrimonio, no podría tener un amante,
pero después de lo que estaba viviendo, comencé a dudarlo.
Según iba por la calle y
me cruzaba con alguna mujer, me
preguntaba:
- ¿Tendrá amante?
Yo nunca había sido una mujer dejada, siempre me había
cuidado y arreglado, pero ahora tenía un aire nuevo. No había cambiado
exteriormente, pero internamente sufría una revolución. Nunca había sido
insegura, pero ahora tenía una seguridad
que no llegaba a comprender. Y eso flor
que tenemos todas las mujeres en nuestros interior y que se va secando con el
paso de años de matrimonio, ahora estaba reverdeciendo. Me sentía bien.
-¿Cual seria la nueva experiencia que me tendría
preparada, repetiríamos alguna de las anteriores?
Si tuviera que elegir la que mas me gusto, diría que el
trio con aquel muchacho, siempre que me acordaba de el me excitaba y mas de una vez estando sola tenia que tocarme. Comencé muy jovencita a
masturbarme, creo que tendría 16 años, un día escuche a unas compañeras de
clase hablar de ello, esa misma noche en mi cuarto decidí investigar. Desde
entonces siempre la había practicado, estaba creída que cuando me casara lo
dejaría, podría tener sexo cuando quisiera, pero no fue así, no lo hacia tan
frecuentemente como de soltera, pero aquel placer en soledad me enloquecía.
Siempre recordare una noche en unos ejercicios
espirituales, mis padres solían mandarme algún verano, en un pueblo cerca de
Segovia. Eran solo femeninos, entonces nos quejábamos, pero ahora visto con el
paso de los años, comprendía que era lo mejor, si hubieran sido mixto aquello
se habría convertido en una bacanal. Chicas y chicos de 18 años con todas las
hormonas a pleno rendimiento y descubrimiento
la sexualidad, seria imparable.
Las habitaciones eran
de lo más austeras, dos camas, dos mesas de estudio y un armario
empotrado, con un reducido baño. A mí este año me había tocado como compañera Virginia,
chica simpática hija de un notario de Madrid.
Solo tenía unos meses más que yo, pero parecía que fueran años. Tenía
por costumbre el andar desnuda por la habitación, no utilizaba pijama ni nada
parecido. Yo aunque no era pudorosa y no me importaba que me viera desnuda en
la ducha o cuando nos cambiábamos de ropa, no llegaba a su libertad.
El día había sido duro para todas, aquellas charlas de
moralidad habían sido muy pesadas. Yo decidí irme a la cama nada mas cenar, me
dolía la cabeza, Virginia si iría a salón, donde nos solíamos reunir todas
después de cenar a contarnos nuestras cosas, que solían ser cosas de chicos.
Me quede dormida rápidamente, pero con un duermevela, el dolor de cabeza no
me dejaba hacerlo profundamente. Oír abrir la puerta muy despacio, no quería
que me despertara, vi la silueta recortada por la luz del pasillo de Virginia, mis ojos estaban acostumbrados a
la oscuridad y con la claridad que entraba por la ventana, casi veía bien. Se
fue quitando la ropa muy despacio y yo sin saber porque, no podía dejar de
mirarla, sus pechos firmes, su cintura estrecha, las caderas justas, unas
piernas largas y bien formadas y el pelo de su pubis recortado. ¿Porque la
estaba mirando con tanto detalle? Estaba acostumbrada a verla desnuda.
Haciéndome la dormida me di la vuelta hacia el otro lado.
Sentí como se metía en su cama y cerré los ojos para
dormir. Al poco rato empecé a escuchar
unos ruidos raros y me di la vuelta otra vez. Deje de escucharlos por unos
momentos, pero ahora vería lo que estaba haciendo. Note un movimiento raro bajo
su sabana, primero a la altura del pecho y luego también en su cadera, rápido
comprendí lo que pasaba, se estaba masturbando.
Me quede mirando como tonta, pensé un par de veces en
darme la vuelta, pero no podía, había algo que me lo impedía. Formo como una
tienda de campaña cuando recogió sus piernas, la sábana se bajo y dejo al
descubierto sus pechos, los acariciaba
con una mano y pellizcaba sus pezones, la otra mano imagino que estaba
en su pubis. Según estaba de costado deslice mi mano entrando por debajo del
pijama, mis dedos se entrelazaron con mi vello, sentí la humedad de mi sexo,
nunca lo había tenido así. No podía dejar de mirarla, cada movimiento de su
cuerpo me excitaba más, su respiración me delataba por que fase iba, mis dedos
cada vez me buscaban mas, solo los quería tener moviéndose dentro, se me escapo
un pequeño suspiro que corte a medias. Acelero el ritmo, dio una patada a la
sábana dejando su cuerpo al descubierto, verla desnuda por completo encima de
la cama y tocándose me provoco mas, yo necesitaba terminar ya, mi cuerpo no
resistía mas placer. Cerro las piernas y comenzó a retorcerse, a mi el ver aquello me llevo al orgasmo.
Sonó el despertador y nos levantamos a toda prisa como
siempre, teníamos el tiempo justo para arreglarnos y bajar a desayunar. Nos dimos los buenos días y me pregunto por
mi dolor de cabeza. Cuando íbamos a salir por la puerta, se dio la vuelta y me
dijo:
-Hemos pasado buena noche.
Se acercó y me dio un beso en la mejilla, salió a toda
velocidad de la habitación, yo me quede allí helada. ©Fer
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