Los encuentros cada vez me producían más morbo, cuando
creía que había alcanzado el límite estaba el siguiente que me descubría uno
nuevo. Alguna vez me preguntaba cómo podía haber estado fuera de aquel mundo,
ese mundo donde todo se hace para buscar el mayor placer, tanto propio como
ajeno.
Un día nada más
entrar en la habitación me vendo los ojos con un pañuelo. Me ayudo para llegar
a la habitación y que no tropezara, en silencio, solo con sus manos en mis
codos.
Estuve unos
segundos que no pasaba nada, se había retirado de mi lado, no sabía lo que
estaba preparando, sentí como se acerco, podía oír su respiración, su boca tomo
la mía de forma brusca. Mordía los
labios, su lengua los lamia de forma obscena,
sin esperarlo abrió mi blusa de un tirón, arranco todos los botones y de
forma brusca tiro de ella hacia abajo quitándome la de un solo movimiento.
Me llevo a otro lado de la habitación, creo que pegada a
la cama. Quito mi sujetador y cogió mis
pechos desde abajo, lo tenía agarrados con fuerza. Soltó uno y de repente sentí
una palmada en el otro, dio con fuerza en todo el pezón erecto, solté una
exclamación de dolor y sorpresa, acto seguido lo hizo con el contrario. Sabía que el dolor no me gustaba, pero aquello
no me lo estaba causando y si una excitación tremenda.
Desabrocho y saco mi falda, rompió el fino hilo del tanga
y puso su mano en mi húmedo sexo. Sus dedos entraron en mí de forma brusca,
como todo lo que estaba pasando aquella
tarde, pero aquello solo me estaba produciendo mas placer, saco los dedos y los
introdujo en mi boca, los lamí y chupe hasta dejarlos limpios.
Me echo en la cama, estiro uno de mis brazos y lo ató por
la muñeca, lo mismo hizo con el otro y con ambas piernas, quede como el Hombre
de Vitruvio, a su entera disposición.
Comenzó acariciando los pezones con su lengua, después a chuparlos y por último a morderlos,
la sensibilidad que tengo en ellos casi
me lleva al orgasmo. Acariciándome con ambas manos recorrió mi cuerpo, mis suspiros iban en aumento, se cambio de
posición, estaba entre mis piernas.
Uno de sus dedos empezó a acariciar la suavidad del monte
de Venus, bajaba a media ingle y volvía a subir, aquello me hacia palpitar,
paso a golpearme suavemente con dos dedos, poco a poco fue aumentando la fuerza sin llegar al dolor.
Me penetro con un dedo, luego con dos y por último con tres, como el tren de
vapor que sale de la estación fue cogiendo ritmo, yo solo podía jadear y gritar
mientras recibía tanto placer, justo en ese momento antes de llegar al orgasmo
saco los dedos y cesaron sus caricias. De mi boca salieron todo tipo de
insultos, palabra que jamás he utilizado, me acababa de dejar con la miel en
los labios y mi cuerpo tenía una sensación y tensión que no conocía.
El no se movía, no decía nada y mi cuerpo se fue
tranquilizando con aquella sensación extraña. Sus manos se posaron en la parte
interna de mis muslos separándoles un poco, su lengua se ocupo de mí, subía y
bajaba, rebuscaba por cada pliegue, se movía despacio, si ninguna prisa. Mi
cuerpo se volvía a tensar de inmediato.
Me retorcí, cuando entro en mi con su lengua, mi orgasmo llegaría pronto
la excitación era demasiada. Explote mientras su boca estaba en mí sexo y no
dejaba de mover su lengua.
No me desató en toda la tarde, solo se dedico a darme
placer con sus dedos y boca, no soy
capaz de saber las veces que alcance el orgasmo, pero le suplique miles de
veces que lo dejara, pero cada orgasmo era más intenso que el anterior. ©Fer
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