La complicidad que habíamos tenido era inexplicable, había
sido maravilloso. Nuestros cuerpos se habían convertido solo en uno, cada
movimiento era como un baile
perfectamente sincronizado, dos bailarines en busca del máximo placer.
Su cuerpo rezumaba sensualidad cuando cabalgaba sobre mí,
el movimiento de sus pechos me hipnotizaron, el ritmo de sus caderas era el
ideal con el grado de excitación, sus ojos expresaban todo su placer y esa voz
dulce casi como una melodía.
Después de un cigarro y una charla tranquila me dormí
abrazado a ella. No sabía si era un sueño o solo estaba recordando los momentos
que acababa de vivir, pero la sensación que me estaba provocando era
placentera. Aquello era algo más que un polvo.
Me desperté sobresaltado cuando sonó el teléfono, otra
vez del trabajo, no le dejan a uno tranquilo. La sorprendí cuando saque el
regalo, más me sorprendió ella cuando me dio el mío, no podía ser, esta mujer
era perfecta.
Salimos a tomar el café que teníamos pendiente, que al
final cambiamos por una pizza y un cine. La sensación de tener su mano agarrada
me gustaba, joder que cara de panoli debía tener, la miraba y me salía la
felicidad por los poros.
Volví a sentir sus pechos y cara en mi espalda y sus
manos en los bolsillos, pero ahora la sensación era distinta, antes eléctrica,
ahora reconfortante. Ahora no di al puño, no tenía prisa, quería seguir sintiendo
aquello.
Mi cabeza en sus piernas mientras veíamos la tele un
rato, no puedo comprender como quede dormido otra vez, volvió a mis sueños el
encuentro de hacía un rato.
Nos desnudamos y metimos en la cama, con el roce de su piel me
excite nuevamente, la bese profundamente, mis manos recorrían su cuerpo que
temblaba. Baje besando su cuello hasta llegar a sus pezones, estaban duros y
con el roce de mi lengua suspiro profundamente. Su mano busco por debajo de la sábana encontrarme y
cuando lo hizo volvimos a besarnos dulcemente.
Tras un rato de caricias me separe de ella, separe
levemente sus piernas y metí mi cabeza entre ellas, lamí sus ingles, mordí sus
muslos mientras me sujetaba la cabeza con ambas manos, sus suspiros se
convirtieron en gemidos al notar mi boca en su pubis. Entre espasmos y gritos
se vino en mí. Ahora era el momento.
Le di la vuelta y la
penetre muy despacio, como si no quisiera que terminara, sintiendo cada
reacción de su cuerpo, cada espasmo, cada contracción. Fuimos acelerando el ritmo hasta
llegar a uno frenético, la vista la tenía nublada y mi único sentido que estaba
a pleno rendimiento era el tacto, un escalofrió recorrió mi espalda y se tensó
todo mi cuerpo a la vez que el suyo. Entre gritos de placer caímos rendidos el
uno al lado del otro, abrazados y jadeando. ©Fer
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