-¿Nos vamos? (me pregunta)
- ¡Vale!
(respondo)
- ¿Dónde quieres ir?
– Tú decides, es tu ciudad.
Se queda pensativo unos segundos y me propone ir a su
casa a tomar un café y a hacer hora para un cine. ¡Vale! (respondo de nuevo.
Jó, que poco desparpajo tengo ¿es que sólo sé decir vale?… ñe, ñe, ñe).
Nos ponemos el casco y subimos a su moto, hace mucho frío
e instintivamente me pego a su espalda y meto mis manos en los bolsillos de su
cazadora (¡madre mía! ¿No estaré siendo demasiado atrevida? Sólo hace unas horas
que le conozco, pero es tan cálida esta sensación…) Aparca, subimos a su casa.
En el ascensor no somos capaces de aguantarnos la mirada
¡Dios, qué tensión!. Un apartamento pequeño, muy de chico. Me dice que me
siente y eso hago, se sienta a mi lado y pone la tele, me pregunta si quiero
ver algo en particular… (¿Qué? ¿Cómo? ¿Y el café?… No puedo aguantarte esa
mirada, no aguanto más esta tensión que me hace sentir como una adolescente en
apuros. ¡¡Por favor!! ¿Te puedes ir un ratito para que mi corazón deje de
bombear a mil por hora?).
En dos o tres minutos he cruzado las piernas no sé cuántas
veces, de izquierda a derecha de derecha a izquierda y otra vez de izquierda a
derecha, cruzo los brazos, los dejo caer, me miro las botas, me miro las uñas,
miro hacia la ventana, mira las paredes… ¡Bien! Él, está concentrado en cambiar
de canal por lo que no se dará cuenta de mi nerviosismo.
De repente suelta el mando, se gira y se me queda
mirando… Esta vez sí le aguanto la mirada (me siento como hipnotizada) tengo la
sensación de que el tiempo se ralentiza, veo como se me acerca, despacio, muy
despacio… y me besa. Le devuelvo el beso, me siento petrificada, los brazos
caídos… sólo concentrada en aquel beso… su beso. .. (¡¡A tomar viento la
tensión!!) Hemos vuelto a tirar los dados… (No sé qué pasará más adelante, pero
aquí, ahora, en este momento eres mi chico)… y le abrazo…©Sugar
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