Siempre me han llamado la atención los cementerios en medio de las ciudades, me crean una doble sensación, me atraen y a la vez un cosquilleo recorre mi cuerpo, no podía ser menos este. Pequeños panteón salpican el campo santo, su gran cantidad de árboles y flores se entremezclan con el frío mármol, a la entrada hay un mapa donde te indican la posición de las tumbas de los hombres ilustres que allí descansan, Cortázar, Cesar Vallejo, Beckett, Porfirio Diaz……………..
Nos dirigimos a la iglesia de San Sulpicio, más conocida
por aparecer en el libro El Código Da Vinci que por méritos propios. Es la
segunda iglesia más alta de Paris y sobre todo por su Gnomon de la meridiana
solar que nos indica las horas y los equinoccios.
Según te vas acercando el olor de las plantas y de las
flores te va embriagando, el juego de colores es espectacular por la gran
cantidad de especies que tienen, si esto lo unes al aspecto de sus comerciantes
y al murmullo, se convierte en un marco singular. Recorrimos los pasillos en
busca del dichoso puesto, tenía que ser muy evidente. Al dar la vuelta en un
pasillo me fije en uno de los rótulos: LA CIBELES, habíamos encontrado el
puesto.
Nos dirigimos a un chaval que estaba colocando las flores,
con una sonrisa nos dijo que esperáramos
un momento. Salió un anciano del interior, alto, robusto, gran barba blanca y
con cara de bonachón, daba tranquilidad solo con su presencia. En un perfecto
castellano con un acento francés, nos saludó amablemente y nos preguntó lo que deseábamos.
Al decirle mi nombre se le ilumino la cara, se volvió y entro en el puesto,
pasado unos segundo salió con un sobre en la mano. Nos contó su historia, era
de Madrid, del mismo Lavapiés, en los años 50 había emigrado a Francia en busca de fortuna,
trabajo en mil y una profesiones, pocero, albañil, cartero…….hasta que entro
como peón de jardinero en un castillo de Loira, allí nació su amor por las
plantas y después de unos años le salió
la oportunidad de quedarse con este puesto y con el llevaba 40 años. Un
centenar de veces nos comentó que él se sentía madrileño, pero que la vida era
así.
Nos sentamos en una terraza a tomar un café y a
descansar, aproveche para abrir el sobre.
“Buenos días.
Ya estamos llegando al final de este juego, creo que no
ha sido complicado y hayáis disfrutado de cada momento, de cada
rincón, estas son las cosas que tenemos las solteronas, mucho tiempo para
pensar y se nos ocurren estas tonterías.
A Rosa solo le puedo dar las gracias por unirse al juego
y decirle que tiene a su lado un hombre maravilloso.
A ti, que sepas perdonarme el daño que te hice en su día
y que es de algo que me he arrepentido siempre, mi falta de madurez me llevo a
no saber plantar cara y renunciar a ti.
Bueno que nos estamos poniendo muy tontos, no sé cómo irán
el resto con sus pruebas, estoy casi segura que 2 habrán abandonado, no tenían carácter
y el otro no lo conseguirá nunca………..jajajjaajaja
En el hotel te darán un último sobre, no es ninguna
prueba más, solo es un comprobante de que has conseguido todos los sobres, preséntalo en la notaria.
Venga daros el último paseo de enamorados por Paris y nos
vemos en Madrid.
Besos”
Rosa me miro y solo me dijo:
-Esta mujer te amaba. ©Fer
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