Desde
aquella comida campestre mi relación con
Carolina se fue afianzando. Por nuestros trabajos teníamos complicado el poder
vernos, pero aprovechábamos cada minuto que teníamos.
Conociéndome,
no podía creer que en el tiempo que llevamos juntos no hubiéramos tenido sexo todavía.
Aquella relación era de las de antes, un cortejo en toda regla y lo mas sorprendente,
es que no me importaba.
Yo había sido
siempre un poco crápula, era directo y claro. No es que utilizara a las
mujeres, pero no me gustaba perder el tiempo. El sexo es algo que llevo dentro
de mí y no me ando por las ramas.
Pero con
ella era diferente, me atraía mucho, la deseaba, pero no quería forzar la
situación, no me gustaría que fuera un
polvo más. Disfrutaba de cada momento con ella, el cogerla de la mano, mirarle
a los ojos, de besarle levemente.
Hoy la
consulta se me estaba haciendo muy pesada, menos mal que tenia los pensamientos
en otro lado. Esto cambio cuando le toco el turno a Margarita, la dueña del
bar.
Fue clara y
al grano, se había notado un bulto en un pecho y quería que la examinara. Le indique que se desnudara de cintura para
arriba, mientras me ponía unos guantes.
Dicen que los médicos estamos curado
de espanto, pero la verdad es que somos hombres, cuando me di la vuelta
y vi sus pechos casi se me saltan los
ojos. Había visto muy pocos pechos como
aquellos, grandes pero no caídos, una
piel tersa, sus aureolas parecían dibujadas
y unos pezones prominentes.
Empecé a
explorar el pecho que me indico y no era capaz de encontrar el bulto, cada vez
me concentre mas, cerré los ojos intentando que todos mis sentidos se centraran
en las yemas de mis dedos y lo que paso a continuación me dejo desconcertado. Margarita suspiro.
Abrí mis ojos
y la mire, no me lo podía creer, su cara estaba dibujada por el placer. ©Fer
1 comentario:
Me encanta, por la sencillez y la realidad con la que escribes.
Finita.
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