Roce mis labios
con los tuyos. Sentía tu cuerpo
contra el mio, nuestras manos no dejaban de buscar al otro. Los jadeos aumentaban de intensidad. Aquello era dulce, pasional, tierno. Me senté
a los pies de la cama y mirándote a los ojos fui desabrochando los botones de
tu blusa. Besaba cada centímetro de tu piel que quedaba al descubierto. Retire
la prenda y quedo ante mi tus pechos encerrados por aquel sujetador de encaje,
el cual dejaba entrever la oscuridad de tus aureolas. Subía y bajaba por la
respiración, como el oleaje cuando juega con los barcos. Lleve mis manos a la
espada, baje la cremallera de tu falda,
esa que marcaba con exactitud la firmeza de tus caderas. Callo a tus pies, la retiraste
con un leve toque de los pies, aquellas piernas enfundadas en medias de cristal
con liguero, el tanga a juego con el sujetador.
No pude controlarme y te abrace contra mi, tenia que sentir el
calor de tu piel contra mis labios. No se como tus pechos quedaron libres de su
cautiverio y acabaron en mis manos. Sentí como se endurecían con mis caricias,
pase mi lengua en círculos por todos ellos, para acabar en la cima, ese punto
que agradecido respondió de inmediato. No podía dejar de mírate a los ojos, los
cuales se clavaban en mi.
Te tumbe a mi lado y acaricie todo tu cuerpo con las yemas
de mis dedos. Sentía como te estremecías a cada roce, como se tensaba y
relajaba. Tenías los ojos cerrados y la boca entreabierta. Acerque mi boca y
tus labios se abrieron y dejaron paso a mi lengua, se entrelazo con la tuya.
Bese tu cuello y baje por tu pecho, llegue a tu ombligo metiendo mi lengua en
el, retire tu tanga, baje por la suavidad de tu piel que palpitaba bajo la presión
de mis labios.
Explosiono un deseo sin fin, una cascada de sensaciones que nos
llevaron al placer mas intenso a la vez.
Caímos rendidos con nuestras piernas entrelazadas y acariciándonos el uno al
otro, solo se escuchaba la respiración cansina de ambos.
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