martes, 31 de mayo de 2011

ATAULFO COMPOSTIZA CALACERA. (cuarta parte)

 Sentado delante del féretro de su hermana recordaba cada momento que habían vivido juntos. Aquellos días de niñez tan felices. La boda  con Antonio en la que el fue el padrino. Su fuga de casa y como cambio su vida. El día de su primera comunión. Aquellos juegos en el poblado con los chicos de los empleados. La complicidad que tenían entre ambos, que no les hacia falta hablar para saber lo que pensaban cada uno.

Se preguntaba por que. Por que tenia que ser ella, una mujer joven y llena de vida. Por que Dios no había querido darle hijos. Por que, años antes murió Antonio de una tuberculosis. Por que,  toda su vida había sido una lucha contra todo. Por que, el se empeño que hiciera ese viaje.

El se sentía culpable  de su muerte. Le insistió en que viajara con el. Aquel viaje de diversión se había convertido en una pesadilla. Por que fueron en coche y no en tren como decía ella.

Nada mas acabar el entierro, salio dirección a la finca. Cuando llego se fue a los prados por donde correteaban juntos, aquel recodo del riachuelo donde cientos de veces jugaban, el pino donde grabaron sus nombres. Se quedo a cierta distancia del poblado, desde allí vino a sus pensamientos como corrían entre las callejuelas, cerro los ojos y puedo verse a ellos allí.

Subió las ecaleras despacio, como si pensara cada paso que echaba, llego al pasillo de las habitaciones. Con delicadeza tomo el pomo de la puerta, lo fue girando muy despacio y al final se abrió. Allí ante el estaba la habitación de su hermana, no había cambiado nada desde que ella se fue. Olía a ella.  Le parecía verla sentada delante de su escritorio dibujando. Tirada en el suelo jugando en su casa de muñecas. Delante del espejo peinando su cabellera azabache.

Allí en su descalzadora estaba ella, esa muñeca que era su preferida, nunca supo por que  era su preferida, tenia otras mejores y mas bonitas, pero ella quería aquella.

Cogio la muñeca, salio de la habitación, cerro la puerta despacio tal y como la abrió, bajo las escaleras y salido con paso fúnebre de la casa, con la cabeza baja. Aquello que le corría por sus mejillas eran dos lagrimas.

jueves, 26 de mayo de 2011

ATAULFO COMPOSTIZA CALAVERA. (tercera parte)

Estaba en el 3º de carrera, llevaba la típica vida de estudiante con recursos en Madrid. Estudiante brillante desde niño, le quedaba mucho tiempo libre para dedicarse a los placeres de la juventud. Gran conocedor de las mujeres tenía facilidad para los amoríos.


Su hermana Gume vivía con sus padres, a la espera de encontrar marido, pero ella tenia otras ideas. Enamorada desde niña de Antonio, el del poblado, tenía un enfrentamiento continuo con su familia. Le prohibieron que fuera a la finca y que tuviera cualquier contacto con el. Pero de mil formas diferentes ellos seguían manteniendo su amor.
Le avisaron de su casa, su hermana se había fugado. Salio de inmediato. Cuando llego hablo con sus padres, la cosa pintaba mal para su hermana, su padre había tomado la decisión de no saber nada más de ella. Tulfi, que estaba muy unido a su hermana, sabia perfectamente donde podría estar la pareja de enamorados.


Llamo, nadie respondía, se oyeron pasos y se entreabrió la puerta y por la rendija se vio el ojo de Antonio. Nada mas comprobar que era Tulfi, abrió y sin decir nada se miraron fijamente, se dieron un abrazo y pregunto por su hermana.
Después de hablar mucho rato llego a la conclusión de que su hermana había tomado una decisión firme, no volvería.
En su familia no se volvió a nombrar a Gume, parecía como se no hubiera existido nunca. Tulfi seguía manteniendo contacto con ellos y los veía muy a menudo. Su hermana era su ojito derecho.


Murió primero su padre y a los pocos meses su madre de amor. Tulfi heredo todos los bienes de la familia, ya que según su padre, era el único hijo. Desde ese momento intento ayudar a su hermana en todo lo posible. Ella había cambiado su vida, estaba feliz, no necesitaba nada. Le daba dinero que ella aceptaba a regañadientes e intentaba que su vida fuera mejor y no le faltara de nada. Era su hermanita, esa niña que tenia metida muy dentro de su corazón.

sábado, 21 de mayo de 2011

ATAULFO COMPOSTIZO CALAVERA. (segunda parte)

Ya es sabido que en las familias acomodadas, la utilización de diminutivos, sobrenombres, apodos. Ataulfo no podía ser menos: Tulfi, que así le empezó a llamar su abuela.
Era un niño vivaz, alegre, listo, travieso, sin dejar de pensar en mil y una cosa. Delgaducho y poca cosa, tenia el nervio que le hacia ser un polvorilla.



Tulfi corría hacia la casa acompañado de su hermana pequeña Gume ( Gumersinda ). Era principio de verano, ese castellano que mezcla días calurosos y frescos. Días que no puedes estar al sol de mediodía, pero al atardecer necesitas una chaqueta. Llevaban los dos un cierto gesto de preocupación en la cara. Era ya lo hora de comer y se habían entretenido demasiado en jugar en el arroyo que discurría cerca de la casa.
Su padre, moreno , alto y espigado, de semblante incierto, pero en el fondo bonachón, le gustaba respetar los horario. Su madre, estilizada, pero con sugerentes curvas, cariñosa y dulce, pendiente siempre de la familia y de la casa.

Entraron los dos corriendo con la sofoquina propia de la carrera y del calor. Sin decir nada, fueron al cuarto de baño, tenían que lavarse las manos antes de sentarse a la mesa. Cogió la jarra, Gume el jabón. Echo agua en la palangana y como si quemara la pastilla su hermana se la paso. Compartieron la toalla, para tardar menos y se dirigieron al comedor como el rayo. Su madre ya estaba sentada a la mesa y su padre miraba por la ventana con la mirada perdida, giraron la cabeza ambos cuando les sintieron entrar en la habitación. Tulfi y Gume, no sabían donde mirar, su padre solo carraspeo y se dirigió a su silla.


En mitad de un amplio claro y rodeada de altos pinos, se encontraba la casona solariega en prefecto estado, estaba situada en una finca no muy lejos de la capital de provincia. Contaba con 6 bandoleras que guardaban las tierras y la caza, así como con 20 familias para hacer las tareas del campo. Vivían en unas casa que estaban juntas a las cuales llamaban "El poblado".

Tulfi y su hermana solían ir a jugar con los niños de los empleados. Eran los únicos en muchos kilómetros a la redonda. Se sentían bien entre ellos, aunque en su niñez no apreciaran la gran diferencia social. Disfrutaban de jugar con ellos, corrían, saltaban, reían, regañaban e incluso alguna peleilla había. El siempre mantuvo una relación especial con María, hija pequeña de uno de los encargados. Su hermana estaba unida de una forma especial con Antonio, el mayor de uno de los pastores....(continuará...)

jueves, 19 de mayo de 2011

LASAGNA DE CALLOS A LA MADRILEÑA.

Un día de inspiración dentro de la cocina dio como resultado, semejante receta.



Ingredientes:
- Pasta
- Callos.
- Mozzarella.
- Queso rallado.
- Harina.
- Leche.
- Cebolla.
-Mantequilla.
- Aceite.
- Sal.

  Tratamos la pasta como nos indique el fabricante.  Ponemos en una cacerola un chorro de aceite, cortamos la cebolla en trozos muy pequeños y ponemos a pochar. Salamos para ayudar a la cebolla a sudar.
Cuando tengamos pochada la cebolla, apartamos la sartén del fuego, añadimos la harina y  rehogamos. Volvemos a poner la sartén al fuego y  vamos echando la leche poco a poco sin dejar de remover.


Tener en cuenta que la bechamel tiene que quedar espesita, pero suave. En otro cazuela habremos calentado los callos, teniendo en cuenta que no tienen que ser los trozos muy grandes. Echamos parte de la bechamel a los callos para formar la masa, el resto la reservamos.
Damos de mantequilla una fuente y empezamos a montar. Capa de pasta, cubrimos con  masa y encima lochas de mozzarella cortada muy fina. Así las capas que queramos. Cubrimos con la bechamel restante y le echamos el queso rallado.
Calentamos el horno 10 minutos, Horneamos 15 minutos a 200º y gratinamos 5. Doramos al gusto.

Lista para comer.

martes, 17 de mayo de 2011

D. ATAULFO COMPOSTIZO CALAVERA

Paseaba D. Ataulfo por la calle principal de su ciudad. Pequeña capital de provincia de Castilla la Vieja.
Caminaba despacio, con la cabeza alta, bien estirado, con la mirada por encima de las cabezas de los demás. Parecía abstraído de cuanto pasaba a su alrededor, pero no perdía detalle. A la mayoría de las personas que se cruzaba las saludaba educadamente, pero de forma seca y distante. También se paraba con alguno, cosa mas rara, cruzaba unas palabras y continuaba su paseo.
De edad indefinida. Utilizaba sombrero negro, traje y chaleco del mismo color , del cual colgaba siempre la cadena del reloj, camisa blanca con los cuellos almidonados, corbata negra, bastón con puño de marfil, zapatos siempre impecables, parecían de charol.


De familia importante en la provincia, vivía en un caserón que hacia esquina en la plaza central. Casa importante, blasonada y bien cuidada.
Rentista, vivía sin muchas preocupaciones. Sus ocupaciones diarias, consistían en: Dar el paseo matutino, tomar café y leer la prensa en el Casino e ir todos los días a un pequeño local de una callejuela, escondida de casi todo el mundo. Local totalmente cerrado, solo con una pequeña puerta de madera, ya marcada por el paso del tiempo. No tenia ningún cartel, ni nada que identificara. Pasaba allí la tarde, hasta casi la hora de cenar. Entraba y salía de el como con miedo, intentando que nadie pudiera descubrir su secreto.
Una mañana de Primavera D. Ataulfo falto a su paseo matutino, el rincón del Casino donde tomaba café, se quedo vacío, los periódicos perfectamente colocados encima de la mesita de mármol y nadie camino hasta el local. ¿ Donde estaba D. Ataulfo ?
Dio la voz de alarma su criada, que al ir a casa por la mañana descubrió que no estaba y que no había pasado la noche allí. Llamo a la policía directamente, ya que no tenia familia alguna. La búsqueda fue inmediata y corta, pues encaminaron los pasos directos al local. Llamaron a la puerta y no contesto nadie. Llamaron a un cerrajero para que la abriera. Paso primero el inspector a cargo del caso y solo dio dos pasos dentro del local. Se quedo sorprendido, boquiabierto, paralizado ante la visión de aquello. Sentado en un sillón e inmóvil se encontraba el cuerpo de D. Ataulfo, pero aquello era lo de menos, lo que dejo impresionado a todo el mundo era lo que contenía el local.


Aquel local era como dar un salto a un mundo imaginario, cruzar su umbral te hacia sentir como Alicia cayendo para entrar en un mundo fantástico o no era tan fantástico. El techo estaba pintado de azul cielo, de el colgaban lámparas multicolores, que le daban una luz de arco iris. El suelo de un cemento muy pulido estaba pintado de verde, como si fuese un prado. No había muebles, solo el sillón donde estaba D. Ataulfo, en medio de la sala. En las paredes colocadas en prefecto orden, una legión de muñecas, mejor dicho de muñeca. Era una, la misma muñeca. Tenias la impresión de haber entrado en un laberinto de espejos, donde se ve una imagen reflejada infinitas veces.


Era una muñeca de trapo sencilla, de las que podía tener cualquier niña en los años 50. Un par de coletas, un gorrito de tela de cuadros azules, a juego con el vestido, no llamaba la atención por nada.
¿ Que significado tenia aquella muñeca?...(Continuará...)